Capítulo nueve

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De repente escucho unos pasos detrás de mí, podría ser uno de ellos, por fin me han encontrado, me había olvidado que la luz de la linterna puede revelar mi posición. Tengo una bala, darme la vuelta y disparar sería la solución a mis problemas (al menos que haya más de uno)

Sin embargo a los dos segundos escucho una voz.

--¡quieto ahí, no te muevas!-la voz de una mujer--.

Ella me acerca su pistola a la nuca y me pide que de media vuelta, el cielo se aclara al verla, una chica casi de mi edad, cabello negro oscuro con dos colas a cada lado de la cabeza, sus ojos son cafés y sus labios son rosados, la alumbro con la linterna y otro sujeto me la quita, un chico de apariencia asiática de la misma edad con un gorro de esquiar y una espada samurái en su mano derecha.

Él me alumbra con la linterna.

--yo...

--cállate, Thomas regístralo.

Un niño sale de la oscuridad, lleva un traje negro y unos guantes, dos rayas azules pintadas en su mejilla, ojos cafés, cabello corto y negro, una mochila con una antena apuntando hacia arriba y una navaja en su mano.

Él comienza a revisar mis bolsillos pero no halla nada, entonces retira mi revólver y se la da a la chica, ella me examina con sus ojos y sonríe.

-- ¿está limpio?

--no es de los contagiados-le dice el Thomas, su voz es muy infantil--.

--está bien, dime ¿Cuál es tu nombre?

--Scott...yo...

--no digas nada más o te vuelo la cabeza.

Otro chico aparece detrás de ella y la llama por su nombre:

--Silvia, debemos irnos lo más rápido posible.

--está bien, ya tenemos la comida, ahora vámonos.

Ella me entrega el revólver y la linterna, acabo de observar más de tres personas en un mismo sitio, eso no había pasado desde hace mucho tiempo, en el centro de la ciudad podía observar más de 100 personas caminar diariamente hacia sus respectivos trabajos, ahora supongo que los seres humanos estamos en extinción. Silvia lleva un traje negro al igual que los otros, todos tienen chalecos antibalas y armas de fuego más potentes que mi amiga la revólver confiable.

--síguenos si quieres vivir...

De repente todos se callan y comenzamos a correr, mi adrenalina se enciende mientras lo hago y me doy cuenta de que los otros nos están siguiendo, el chico con el gorro deja de correr y abre fuego con una de sus armas, una Ak-47 suelta sus balas al instante y mata a algunos de los otros, jamás los vi de esa forma, corriendo y escapando de las balas como si nos tuvieran miedo.

Seguimos corriendo y bajamos por las escaleras, yo sigo sus talones, no sé porque lo hago pero sonrío, estoy feliz de haber hallado a otras personas, estoy temblando, recuerdo el campo de flores que una vez vi por televisión, nos decían que éramos como las flores de aquel campo, floreciendo a cada momento pero cuando el fin del mundo llegó el campo de flores se tornó rojo y luego negro, los pétalos cayeron a la tierra y los insectos los devoraron, el cielo oscureció y todas murieron, sin embargo un día de primavera una semilla cayó a la tierra y comenzó a florecer una vez más.

Era la flor violeta que crecía entre las otras que estaban muertas, como un vivo entre los muertos o un ángel entre las pesadillas.

Mis pensamientos son inquietos, asesinan cualquier pizca de libertad que nace en mi corazón e intento matarlos pero ellos son fuertes, hasta la soledad me había metido en su mundo gracias a mis pensamientos pero ahora me siento libre, libre de saber que no soy el último humano sobre la tierra, al parecer los sobrevivientes se han unido para pelear y rescatar lo que queda de la vida antes de que las muerte los arrebate.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora