Capítulo ocho

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Los mounstros solo están en los cuentos, plasmados en libros para asustar a los niños, pueden ser engañosos pero siempre serán malvados, unos más que otros, incluso pueden ser comparados con las personas que habitan en nuestro mundo, gente mala que lo único que quiere es hacer sufrir a los demás son considerados mounstros.

Hasta el momento en el que salieron de los cuentos y se apoderaron del mundo, uno de ellos usa una fuerza increíble y levanta una refrigeradora, se acerca lentamente hacía mí y luego lo lanza. Me Hago a un lado y salgo del marco de luz, la refrigeradora destruye la ventana y le hace un gran hueco a la pared, inmediatamente me pongo de pie y salgo del edificio a través del agujero, caigo y me sostengo en un pilar caído a medio metro del suelo, afortunadamente he actuado rápido o sino ya hubiese muerto hace rato.

Suspiro, levanto la cabeza y miro al mounstro, él me devuelve la mirada y gruñe pero luego se va y entonces me quedo solo de nuevo.

-- ¡Miguel!-le grito--, ¡sal de ahí!

Sé que no me va a escuchar, un hombre ya murió dentro de él, ¿acaso quiere salvar el vacío de su humanidad, para qué?

Cierro los ojos y entonces me suelto, mi cuerpo cae como trapo y gimo cuando toco la tierra, sin embargo soy capaz de ponerme de pie y estabilizarme cuando ya estoy parado, agarro el revólver del suelo y miro la puerta cerrada con mucho recelo.

--hoy me he salvado como dos veces.

Observo mi reloj: las 2 de la tarde, al parecer tengo mucho tiempo para regresar a casa y acostarme en la cama e intentar dormir, no he dormido bien desde hace mucho tiempo, no puedo acordarme de lo que sueño y siempre los escucho en la madrugada, como si las pesadillas se hicieran realidad.

Quisiera hablar con alguien, una persona que me pueda decir que es lo está pasando y si existe alguna pizca de que la humanidad viva o simplemente ha llegado la hora marcharse, ¿para qué pelear si el mundo ya no será el mismo?

--una sola respuesta Scott, fe.

La fe mueve montañas-había escuchado esas palabras de mi abuelo antes de que él nos dejara--.

Cruzo la calle y guardo el revólver en mi bolsillo trasero, el sol está del lado derecho, las nubes comienzan a salir y me proporcionan la sombra que quiero, me alegro de no estar tan lastimado para seguir caminando. Entro a una tienda de música y contemplo los diferentes instrumentos que aún están de pie: guitarras, baterías, un saxofón, dos trompetas y piezas variadas.

Nunca aprendí a tocar un instrumento pero quería hacerlo, quería agarrar un piano o un violín y componer miles de melodías hasta quedarme dormido, la luna y las estrellas serían mis espectadores y yo sería el músico.

Me siento en la silla de la batería y me pongo a comer el atún que había traído y que no pude terminar de comerlo gracias a lo que pasó. Estoy solo de nuevo y quizá lo esté por mucho tiempo, no puedo contar mis días ya que el calendario se ha hecho inservible, hoy puede ser un miércoles, un sábado o un lunes, talvez incluso hoy pueda ser mi cumpleaños o el de alguien más en este mundo, quisiera un pastel chocolate en este momento para mí, una canción de esas que te cantan tus familiares o tan solo una persona que te diga: FELIZ CUMPLEAÑOS.

Sonrío.

Me acabo toda la lata y luego la arrojo contra la pared.

--feliz cumple Scott-me digo a mí mismo--, feliz cumple cabeza hueca.

Las lágrimas salen de mis ojos y comienzo a frustrarme, estoy en un mundo ardiendo, nadie piensa en una canción de cumpleaños cuando el mundo se está consumiendo lentamente.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora