Capítulo catorce

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  • Dedicado a Rayza Osorio Pacheco
                                    

"Nosotros mismo somos nuestro peor enemigo, nada puede destruir a la humanidad, excepto la humanidad misma"

Pierre Teilhard De Chardin.


Nosotros somos esa espada que se clava en la pared y comienza a romperla poco a poco, sin ningún propósito en especial, solo el de hacer daño a alguien más. No recuerdo exactamente donde lo escuché pero creo que tenía razón, somos la causa del porqué morimos y el por qué este mundo se muere.

El tiempo es el principal enemigo, para nosotros cada minuto es un minuto más de vida, el cronómetro de nuestras vidas sigue andando, ¿para qué quitarle el tiempo a alguien que jamás le ha hecho nada malo a nadie?, lamentablemente el cronómetro de Stuart comenzó a descender.

Silvia nos sigue mirando, creo que ya sabe lo que está pasando, es una de esas personas que no se les puede mentir tan fácilmente.

--lo siento Silvia-- le dice Stuart--.

Sus ojos se llenan de lágrimas pero estas no caen, la primera señal de que es una mujer con sentimientos. Traga saliva y levanta su pistola de nuevo, había caído por unos segundos, vacilando en el aire como si tuviese vida propia, por un momento pensé que ella se había esfumado de la faz de la Tierra y su mente había chocado contra las estrellas.

--vete, no te mataré, solo vete e intenta no hacer una locura...

--no Silvia, no -- le digo, ahora yo lo estoy defendiendo--.

Sus palabras lo deben estar quemándolo, como rocas de lava que caen desde un volcán y se enfrían cuando tocan el agua volviéndola ácida. Stuart levanta la cabeza y deja ver su rostro melancólico, entonces me pongo frente a él y levanto las manos hacia ambos lados para esconder hasta su sombra, Silvia me lanza una mirada asesina y sus ojos dejan de botar lágrimas, los demás salen de la casa preguntándose que es lo que pasa.

-- ¿Qué ocurre aquí?-- pregunta Ben--, ¿Qué es todo esto Silvia?

--Stuart fue contagiado...

-- ¿Qué, es enserio? -- escucho la voz de André--.

--revísalo -- le digo con un tono muy duro--.

Nuestros ojos se encuentran y todo se congela de repente, su mirada, fría como el hielo y como todo el polo ártico, llena de secretos y de recuerdos como todo el mundo, su mundo ahora se ha congelado porque yo también lo he visto en mí, son mis ojos los que veo y es lo mismo que ella siente lo que yo sentí cuando me di cuenta de que todo se había ido a la basura.

El arco iris ya no sale en el cielo, ya no aparece después de una gran lluvia como lo solía hacer cuando todos teníamos una vida normal, nos hemos vueltos ruines y medio locos al pasar de los días, ya no medimos nuestras acciones y todo se quiebra poco a poco, el suelo lleno de minerales se ha secado y se ha quebrantado y ha dejado un suelo arenoso, podrido, sin vida, llenos de lamentos.

Silvia sigue sujetando su arma, no le importa si la bala me atraviesa, lo que quiere es que llegue hacia Stuart y acabe con su vida.

--muévete...

--revísalo, haz lo que hacen cuando chequean a las personas a ver si están enfermos.

--Scott, hazte a un lado o te vuelo la cabeza.

-- ¡que lo revises!

Silvia se sorprende y baja el arma, sus ojos se agachan hacia el suelo y deja escapar un murmuro que se pierde en el aire, entonces llama a André y a Rutherford.

--llévenlo al laboratorio y revísenlo...

Suspiro y bajo los brazos, lo he conseguido, le he dado más tiempo de vida a Stuart, sin embargo algo dentro de mí quiso que lo hiciera no por ese motivo sino porque confía en la realidad y en lo que en realidad puede estar pasando, yo sé que Stuart no ha sido contagiado.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora