Capitulo dos

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Paso la cuchara por todo el plato para recoger toda la comida y dejarlo limpio, me encuentro en una habitación vieja, las paredes se encuentran desgastadas y todo huele a muerto, incluso la rata que se encuentra en la esquina del cuarto huele menos raro que lo que estoy comiendo.

El edificio es un hotel que se encuentra en el centro de la ciudad y la seguridad me ha tenido separado del mundo de afuera.

Las ventanas han sido selladas con tablas de maderas y las puertas han sido bloqueadas con los objetos más pesados del dormitorio.

No entiendo como es que no me han detectado aún, será acaso que solo salgo de día y me mantengo oculto de noche o que tal vez a ellos no les ha dado la gana de buscar seres vivos en este lugar.

La cuchara cae de mi mano y me pongo de pie solo para observar la misma habitación de siempre.

—se estan acabando las probiciones de este lugar—le hablo a las paredes—.

Delante de mí hay dos cajas de latas vacías  de conserva, me las he acabado todas en menos de 2 meses y el agua se acabó hoy.

Una sola persona puede sobrevivir 5 días sin comer antes de morir pero el agua es vital, es lo que me mantiene de pie cada mañana, una persona no puede pasar dos días sin haber tomado agua.

Observo mi reloj: las 10 de la mañana.

Me pongo mi chaqueta y agarro a mi compañera, un revolver de oficial que hallé en esta habitación el primer día que vine aquí a esconderme de los carroñeros.

Había llegado con Sara y mi hermana a una gasolinera de la ciudad y tuve que robar combuatible mientras que el resto de las personas corrían por sus vidas.

Las pesadillas habían cobrado vida y se estaban comiendo a los humanos, ellos se escondía  en sus casas pero esas cosas los encontraban y se los comìan, una señora de unos 30 años quiso enfrentar a una niña con um bate pero la niña alargó su cuello y le arrancó la mano de un solo mordisco, todo era escalofriante, habìan salido de alguna película de mounstros.

Mi hermanita seguía gritando,me metí al auto y puse la llave del carro para andar de nuevo.

—Sara, ¿hacia donde vamos ahora?—le pregunté—.

Ella se despegó de la ventana y me miró, tenía miedo, todos lo teníamos en ese momento, nuestros peores demonios estaban a punto de emerger.

—no lo sé, yo, hay que salir de aquí.

Mi primera idea fué salir de la ciudad y ocultarnos en alguna parte del bosque de robles cerca del otro condado pero era muy arriesgarnos, ellos podrían estar esperándonos.

Entonces recordé la base militar de New York, ellos tenían armas, munición, comida y medicamentos. En el peor caso siempre podemos confiar en los militares.

Seguía con eso en la cabeza, la idea de algún ataque alienígena, sin embargo algo no cuadraba en esa idea que tuve.

—hay que ir a la base militar—le dije a Sara, ella asintió con la cabeza—, por cierto ¿y tus padres?

—ellos están de viaje, espero que esta pesadilla no sea a nivel mundial.

Me acordé de mi mamá, ella había desaparecido de la fiesta y jamás la encontré, el miedo me consumió y liberó algo que jamás sentí en mí.

Pisé el acelerador y el carro se puso en marcha de nuevo, las personas seguìan corriendo, los carros chocaban con otros y luego comencé a escuchar los disparos, los soldados habían llegado a la ciudad en camiones con camuflaje.

Escuché una alarma y luego más disparos, giré el volante y me metí en una calle menos transcurrida.

—debemos escondernos—me dijo Sara—, la base está muy lejos, además no sabemos a que nos estamos enfrentando.

Supe que tenìa razón, solo iba a ponerlos en riesgo y eso era lo que no quería.

De repente un niño se atravesó en mi camino y no tuve más elección que cambiar de camino,todo pasó muy rápido, el carro se tambaleó un poco y chocamos contra un poste de luz, el parabrisas se hizo pedazos y mi cabeza se estrelló contra el volante.

Vi estrellas, oscuridad y algo acuoso que caía por mi cabeza.

—salgan...salgan por favor—escuché una voz y abrí mis ojos—.

Observé al niño por el retrovisor, él nos miraba con unos ojos bien abiertos, sus pupilas eran de un color negro azabache y me mostró los dientes afilados que llevaba.

Me saqué el cinturón de seguridad y levanté a Sara de su lugar, ella se despertó de inmediato, afortunadamente yo era el único herido en ese accidente.

—recoge a Ana y llévatela, escondanse en tú casa y no salgan de ahí.

— ¿qué harás tú?

—esa cosa no nos va a dejar tranquilos hasta que alguien lo mate.

—Scott no te hagas el héroe...

—solo hazlo, prometo que las encontraré, ahora ¡corre!

Ella asintió con la cabeza y salió corriendo con Ana en sus brazos. Agarré un bate de béisbol que tenía en la cajonera y me puse de pie.

El niño demonio se puso en 4 patas y luego corrió como una gacela, mi bate y yo estabamos listos para la pelea, un solo golpe y tal vez logre arrancarle la cabeza, los nervios me eataban matando y la sangre en mi cabeza no dejaba concentrarme.

Era yo contra mis miedos y la pesadilla que poco a poco se iba acercando para consumirme rapidamente.

Lo golpeé con todas mis fuerzas y el niño salió volando hacia la camioneta, se estrelló contra la ventana y cayó al suelo.

Por supuesto el bate se rompió asi que tuve que dejarlo en el suelo y salir corriendo.

Tenía que hallarlas de nuevo, tenía que ir a la casa de Sara y quedarme con ellas.

El silencio fué consumido por el ruido de las sirenas, las personas corrían hacia el muelle donde los esperaban algunos helicópteros y los barcos de emergencia.

me escondí en los arbustos y escuché disparos, luego hubo silencio y fuí a revisar.

La sorpresa que me llevé no fué muy linda, un oficial había sido asesinado, sus brazos y piernas estaban rotas.

Me agaché y recogí el revolver del suelo.

Lo que lo mató seguía por ahí esperando su siguiente movimiento mientraa que yo agarraba todas las balas que tenía el soldado.

—no seré su estúpida cena.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora