Capítulo cuarenta y tres

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Edén los miró fijamente a todos ellos, los soldados se encontraban regados por todas partes, algunos no se movían y otros trataban de moverse pero no podían ya que sus heridas eran muy graves. Sintió esa extraña sensación recorrer sus venas una vez más y entonces se dio cuenta de que algo raro ocurría en el ambiente, las nubes ya no tenían el mismo afecto y la gravedad de las cosas habían aumentado un poco.

Erick se acercó gateando con su único brazo bueno, tenía una herida en el hombro izquierdo y la sangre recorría toda su cabeza, el hombre estaba a punto de desmayarse.

-qué raro, este sentimiento es muy raro.

-Edén, algo ha pasado en el lugar donde se encuentra Adam-Iris había aparecido de entre los cimientos de una casa hecha pedazos para anunciarle la gran noticia-, este chico se ha vuelto muy hostil.

-¿hostil? Estamos hablando de un ser humano.

-no lo sé, no hay que subestimarlo-comenzó a reírse-.

-el chico debe morir...avísale a Oz y deja que el resto siga haciendo su trabajo, vamos para allá.

-entendido.

Iris desapareció nuevamente metiéndose sobre el suelo frío y blanco hasta que su cuerpo se mezcló con la superficie, Erick alcanzó a agarrarse del pantalón del hombre y no quería soltarse, su miedo había desaparecido pero su instinto de supervivencia se había ido con él.

-vaya Erick, me sorprende que sigas con vida después del infierno que los hice pasar a ti y a tu escuadrón

-no vas...a salirte...con la tuya.

-no busco una victoria Erick, yo busco equidad con este mundo, justicia...

Erick cayó al suelo y su mano se plasmó con la nieve, Edén no quiso matarlo y entonces siguió caminando para contemplar con sus propios ojos lo que se avecinaba.

El mundo dentro de la mente de aquel muchacho se había vuelto negro, un color que prácticamente no iba a salir del agujero de su corazón, se escucharon los rugidos espantosos y todos los soldados comenzaron a prepararse detrás de las paredes de los edificios, algunos de ellos se sorprendían y dejaban de moverse.

El eco succionó el ruido del viento, Adam se alejó unos cuantos metros alistando su gran hacha mientras veía como se desencadenaba la locura. Scott había abandonado aquel cuerpo y se había transformado en un monstruo completamente metálico, sus ojos rojos salieron de aquella máscara de acero y abrió su gran boca dejando ver todos sus dientes.

-eres más feo que antes-le dijo en tono de burla-.

El monstruo lo miró y levantó sus grandes alas, el metal seguía moviéndose por toda su espalda tomando la forma de escamas afiladas, la cola cayó hacia atrás y entonces la gran fiera dio un gran salto.

El pánico comenzó y se dispersó como la plaga sobre una ciudad abandonada por los ricos y poseída por los enfermos, Adam quiso defenderse usando su hacha pero este fue destruida en mil pedazos, las garras del monstruo lo golpearon furiosamente sobre el pecho abriéndole una gran herida arrojándolo hacía la pared de concreto. Ahora era él quien estaba en problemas.

Adam gimió pero se puso de pie, la resistencia de su cuerpo era mejor que el de los seres humanos aunque en ese momento le costaba mucho el poder respirar.

-imposible, ¿Qué es eso que siento cuando lo miro?-levantó la mirada, su mundo y la nieve que caía sobre él se habían vuelto de un color rojo, observó flores por todas partes y susurros que provenían de ellas-, ¡sale de mi cabeza!

-repito, estamos teniendo dificultades en esta zona, solicitamos refuerzos-dijo el primer soldado-, el chico se ha transformado en lo que parece ser una especie de dragón mecanizado-.

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora