Capítulo veinte

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Ella me mira una vez más, yo sé que no es capaz de apretar el gatillo del revolver porque puedo verla temblar, un montón de ideas pasan por su cabeza menos la de matarme, ambos nos queremos tanto como para quitarnos la vida, entonces lo ha hecho, me ha encerrado en la misma cápsula donde metió a Stuart cuando sospechaban de él.

¿Qué me ha hecho aquel hombre?, comienzo a divagar en mi mente, me ha quitado mi humanidad y ahora la estoy perdiendo como el agua que sale de una botella o aún más lento, como la arena de un reloj de arena que ha sido volteado, entonces el tiempo corre y los segundos se desatan como bestias furiosas. Suspiro y caigo sobre mi espalda contra la pared, mis ojos se pierden en el infinito mientras que ven como Silvia guarda el arma en la maleta y se sienta sobre la silla.

No pueda verla, está de espaldas y al parecer no me escucha porque la cápsula es antibalas, me retuerzo sobre el espacio donde me encuentro y comienzo a llorar, no sé pero lo poco de esperanza que tenía se esfuma rápidamente, niego acerca de la posibilidad de salir vivo de esta ya que sé exactamente lo que me espera, me convertiré en uno de ellos sin importar lo que haga.

Mis lágrimas paran después de unos segundos y me quedo tirado en el suelo, solo, Silvia se ha acostado a dormir en la esquina del laboratorio donde mis ojos no pueden llegar y yo no puedo dormir, comienzo a sudar de nuevo y siento como algo dentro de mí comienza a surgir y a comerse lo que ya estaba en él.

--hermanito, ¿usté cree en los defeos?-escucho la voz de mi hermana y entonces un recuerdo viene a mí de inmediato--.

Recuerdo el lugar, fue en la casa de una de mis tías, estaba sentado en el frío césped del jardín de atrás y mi hermanita estaba en uno de los columpios, de esos que se oxidaban gracias a la lluvia pero se mantenían firmes y rígidas para que las personas vengan a sentarse en ellas y comiencen a balancearse hasta que con sus manos intentan tocar el cielo, eso es lo que estaba haciendo mi hermanita, tratando de tocar las nuebes que se hacian rosadas cuando alguien las sacaba de su lugar, en ese momento ambos habíamos visto el cielo de la tarde y a ella le surgió esa pregunta, me sorprendió un poco ya que yo no miraba el cielo normalmente, solo en ocasiones especiales.

-- ¿a qué se refiere señorita?-- le devolví la pregunta pero la cambié un poco--.

--los defeos, ¿cree que en ellos?

--sí, cuando se cumplen significa que han sido reales.

-- ¿ha pedido alguno?

--Mmm varias

-- ¿todas se cumplen?

--no creo, a veces hay que aferrarnos también un poco a la realidad.

Ella no entendía mucho ya que solo era una niña pequeña pero al parecer estaba feliz, sabía que los deseos se cumplían y a pesar de que le dije eso seguía creyendo, amo esa esperanza, la realidad para ella no era tenebrosa, de hecho si la viera ahora seguiría creyendo que hay esperanzas.

--la realidad es linda hermanito

--lo sé

--defearía que papá etuviera aquí para verla.

Las lágrimas cayeron de mis ojos pero volteé la cabeza para que ella no me mirara ya que jamás quise que ella me viera triste, era como el pedazo de cielo que mis padres me regalaron para protegerla y amarla y entonces ella se convirtió en algo más que mi hermana, era su guardian, su ángel protector y entonces eso me hizo caminar hacia adelante cuando mi papá murió, sin mi hermanita no hubiese tenido las ganas de levantarme de nuevo, de hecho me hubiese atado con cadenas sobre un precipicio a esperar a los cuervos pero no lo hice, entonces ¿Por qué hacerlo ahora?

Los Otros #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora