Capítulo veintitrés.

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Cleyton se levanta como si nada de esto hubiese pasado, sus heridas se han sanado de repente (o creo que no le hecho nada con ese golpe que le di), mis ojos dejan de arderme pero aún siento esa extraña sensación de inseguridad combinado con un vacío interminable, creo que se le llama miedo, tuve lo mismo aquel día que me di cuenta de que Sara y Ana ya no estaban. Tuve miedo de perderlas para siempre y eso me lleno del gran vacío que siento ahora, punzante como siempre, destruyendo mi corazón lentamente.

--tu fuerza --me dice Cleyton--, ¿Qué rayos te pasó?, esto no debería estar pasando.

Él gruñe, Silvia logra agarrarme de la mano y giro mi cabeza para mirarla.

--hay que irnos de aquí.

--este sujeto nos va a perseguir hasta el fin del mundo --le respondo de inmediato, no me importa si él me está escuchando--.

--si nos quedamos, vamos a morir.

Su boca se tuerce en un ángulo muy extraño y veo que tiene razón, él es más fuerte y tiene esa rara capacidad de regeneración, sea o no sea magia lo estoy viendo con mis propios ojos y sigo sin creer, aunque viendo cómo está el mundo ahora se me hace muy fácil asimilar estos acontecimientos.

--hazle caso a tu amiga chico, aunque de todas formas voy a cazarlos como si ustedes fueran unos conejos inofensivos.

--no lo entiendo, ¿Qué diablos son ustedes?, los otros monstruos tienen los ojos negros y mueren de la misma que los seres humanos...

--no-- me interrumpe, sus ojos rojos se iluminan como si fuesen linternas pegadas a sus corneas--, ellos son humanos muertos, nosotros somos sus creadores, los reapers son las pesadillas originales.

-- ¿pesadillas originales?

--suficiente --escucho la voz de Silvia, ella le lanza una mochila y Cleyton logra atraparlo con un solo brazo--.

Ella me mira y asiente con la cabeza y entonces me muestra sus cinco dedos, todas ellas cubiertas por los anillos de las granadas, entonces entiendo su plan a la perfección.

Cleyton nos mira.

-- ¿Por qué me tiras la male...?

Una gran explosión cubre todo su cuerpo y entonces la habitación se llena de una gran nube de polvo gris, los escombros vuelan por todos lados como si tuviesen vida y mi vista comienza a nublarse, agarro su mano y ella comienza a correr y yo la sigo, no puedo ver nada, escucho como las granadas se activan una a una destruyendo cada partícula del monstruo.

Llegamos hacia la puerta y ella cruza hacia la derecha y nos metemos donde la sala, el fuego se expande hacia la cocina y logra romper las ventanas del cuarto de al lado, sigo corriendo y siento como mi cuerpo comienza a llenarse de adrenalina, no me canso y eso es muy raro.

Silvia comienza a cansarse pero yo no lo hago, tengo energía de sobra.

--hay que ir al patio --escucho su voz en la oscuridad--, luego hay que ir a la estación de trenes.

--no puedo ver nada Silvia-- comienzo a toser, al parecer he tragado mucho humo--.

--yo tampoco.

Llegamos al patio y observo como la casa comienza a arder y a hacerse pedazos, el fuego se ha tragado la estructura completa y lo ha sumergido en un infierno ardiente, entonces el techo colapsa y las últimas ventanas se rompen en miles de pedazos.

Nuestra fortaleza cae sobre nuestros pies, Silvia respira muy lento y tiene cerrado uno de sus ojos, le devuelvo la mirada y ella me sonríe.

--no puedo creer que hallas hecho esto.

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