Despertó con tranquilidad, sin la tensión de saber que su madre estaría en la sala de estar y le regañaría por quedarse dormido, despertó bajo uno de los brazos de Rubén, escuchando su respiración silbante y con el sol calentando su espalda.
El sentimiento dentro de su pecho se sintió extraño, como si perteneciera allí, en una cama junto a Rubén, se sentía tan cómodo, tan cálido, que pensó que quizás en otra vida, habría sido siempre así.
Rubén y él.
La paz no le duró demasiado, pues en cuanto Rubén despertó lo primero que hizo fue sonreír y murmurar con somnolienta voz. — Nuestra primera noche juntos.
Samuel sonríe también, rodando los ojos y sentándose en la desordenada cama. — Joder, dormí de más.
— ¿Así es como me saludas por la mañana? — inquiere con fingida ofensa. — Y yo pensando que había sido especial.
El pelinegro se gira, aún sonriendo y deslizando los dedos por su frente para apartar mechones del cabello blanco de allí, el movimiento es tan natural que Samuel no se sonroja en lo absoluto, pero Rubén se pone rojo hasta las orejas, apartando su mano y riendo para desviar la atención de él.
— ¿Quieres ir a desayunar conmigo? — pregunta el pelinegro, Rubén se sienta también, mirándolo con el pálido rostro aún teñido de rosa vergüenza. — Vi una cafetería mientras venía anoche.
— Seguro que mi madre ha dejado comida para ambos. — dice el menor, acercándose hasta el borde de la cama, junto a él. — Puedes quedarte si quieres.
El pelinegro sonríe, mira su teléfono una vez más, tiene un mensaje de su madre: "No volveré hoy, ordena la sala de estar y la cocina". Así que se gira en dirección al menor.
— Puedo quedarme un ratito.
Se gira, el brazo extendido para abrazar a Rubén, y volviendo a recostarse juntos sobre la desordenada cama, ambos igual de nerviosos, igual de emocionados por estas nuevas emociones, por lo felices que se sienten.
.
— Ya no puedo comer más. — dice Samuel, apartando la mano del contrario lejos de su rostro, el peliblanco ríe agitando la cabeza.
— Eres un debilucho. — señala con burla, comiendo el algodón de azúcar de sus propios dedos.
Es poco más tarde del mediodía, y la lista de comida en la pequeña feria es un poco (demasiado) larga a este punto, después de caminar alrededor del lugar, probando desde galletas, hasta pizzas, y ahora algodón de azúcar.
— ¿No quieres ir a ver los juegos? — propone el pelinegro, pero lo guía en dirección a las tiendas antes de escuchar la respuesta.
Los mismos juegos arreglados de toda la vida, a Rubén no le llama verdaderamente la atención, pero parece que a Samuel sí, así que se acercan a una de las tiendas, varias botellas de tamaños distintos y un cartel que lee: "Un euro, tres intentos", hay varios premios atados a las botellas que se hacen más grandes dependiendo del tamaño de las botellas.
— No vas a jugar, ¿verdad? — se ríe Rubén, pero el pelinegro ya está pagando el precio de un boleto, mientras una mujer le entrega tres aros de distinto color.
— Hombre, no eches a perder mi espíritu deportivo.
Lanza el primer aro, que termina por rebotar lejos de las botellas, el segundo cae en medio de un par de ellas, y el tercero sale volando demasiado lejos, la mujer les dedica una sonrisa compasiva pero se encoge de hombros.
— ¿Quisieras intentar de nuevo?
El músico está a punto de negarse, pero Rubén extiende una moneda a la mujer y luego le da un suave golpe al mayor. — Anda, ¿tan poco te duró el espíritu deportivo?
Recibe los tres aros una vez más, sonrisa dulce en dirección al peliblanco, quien casi se termina el algodón de azúcar, y vuelve a lanzarlos. El primero ha salido volando después de golpear con el pico de una botella, el segundo cae antes de alcanzar la zona, y el tercero-
— ¡Lo hiciste!
— ¡Lo hice!
La mujer ríe, levantando la botella y tomando el regalo amarrado allí, no es muy grande, así que Samuel sostiene con una mano el pequeño osito tejido que ha ganado, tiene una sonrisa emocionada en el rostro, y no duda ni por un instante en entregarle el pequeño premio a Rubén.
— Para ti.
El peliblanco sonríe, inclinándose en un movimiento fugaz para besar castamente al mayor, labios dulces y corazones emocionados.
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m i s e r y -rubegetta-
FanficLa desdicha en un artista es lo pero que puede existir, Rubén Doblas lo sabe, y sabe, también, que él se ha convertido en eso: un artista desdichado. Todos encontramos dicha en algo, y a pesar de que él la busca en todos lados, lo que menos espera e...