sesenta y tres

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El beso le toma por sorpresa, llega rápido y sin aviso, las manos del pelinegro le están tomando el rostro mientras el confuso bailarín trata de descifrar qué está sucediendo. Finalmente, cuando el beso avanza, las manos del peliblanco le toman el rostro también, disfrutando de la suavidad de sus labios, del cálido sabor de su boca cuando sus labios se separan.

Las manos de Samuel se mueven hasta sus caderas, tirando más cerca de él, el suspiro se escapa de sus labios y de pronto siente la sonrisa contraria en mitad del beso.

— ¿Qué? — pregunta Rubén en cuanto se separa del beso, Samuel ladea la cabeza ligeramente, labios sonrosados y una sonrisa que danza entre dulce y coqueta.

— Me estoy enamorando de ti.

La primera reacción del bailarín es reír, seguramente se ha sonrojado demasiado en un segundo, pero asiente, dedicándole un beso rápido.

— Yo de ti.

...

Despierta con un suspiro, el rostro sonrojado y el corazón latiendo frenético contra su pecho, abrió los ojos en mitad de la oscuridad, mirando el cielo raso de su habitación, las estrellas de plástico precariamente pegadas brillan allí, y Rubén no sabe qué pensar.

Se gira en la cama, buscando entre las sábanas su teléfono, lo encuentra para darse cuenta de que se ha quedado sin batería, así que lo deja caer otra vez, mirando la ventana de su habitación.

Entonces lo escucha, un suave golpecito y el pequeño sonido que eso provoca. Se queda quieto, mirando alrededor de la habitación tratando de descifrar qué fue eso.

Otra vez, y el sonido parece más claro ahora, es uno que conoce muy bien y, sin embargo, bajo las circunstancias actuales, le aterra atender: la ventana.

No era raro para Auron llegar a su casa en mitad de la noche, a veces ebrio, a veces tras discutir con sus padres, a veces tras haberse encontrado con alguno de sus... novios. Le gustaba hacer eso, lanzar rocas pequeñas a su ventana, le parecía divertido, pero justo ahora...

Una vez más.

Rubén se pone de pie, abre la ventana y mira hacia la oscuridad de la noche, la figura está apenas iluminada por la luz de la calle y sabe de inmediato que no es Auron.

— ¿Qué coño haces aquí? — inquiere con dureza, la expresión de Samuel parece de sorpresa.

— Quiero hablar.

— ¿Qué? — el bailarín ni siquiera estaría ofendido de no ser porque el contrario lo estuvo ignorando los tres últimos días. — ¿Y no puedes usar el puñetero móvil como una persona normal?

— Si lo tuvieses encendido de vez en cuando me lo pensaba.

Hay poco ruido para ser un viernes por la noche, aún así, Rubén piensa que quizás es mejor hablar frente a frente, así que suspira, dejando su orgullo a un lado antes de hablar.

— Espera.

Abre la puerta de su habitación despacio, evitando despertar a su madre, se mira en el espejo del pasillo antes de continuar su camino hasta la puerta y abrir la puerta hasta la fría noche.

— Joder, que puto frío. — susurra, el pelinegro camina hasta él, parece casi un sueño allí, en su umbral, pareciendo demasiado nervioso para hablar. — Anda, pasa pero haz silencio, mi madre está durmiendo.

Samuel lo mira un momento, como si hubiese perdido la cabeza, él jamás dejaría pasar a nadie a su casa sin el conocimiento de su madre, mucho menos en la noche. Si Luzu o Willy querían visitarlo, el músico debía avisarle con un mes de anterioridad, Fargan simplemente tenía prohibida la entrada a su casa, así que él era el único infiltrado.

m i s e r y -rubegetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora