Queen Ilsig || YoonMin

XXXIV. Apaciguar dolencia

—Es un lugar bonito. —Concede Jimin.

—Durante la primera y verano se comulgan muchas especies de aves. Cuando se haga ese momento, podemos volver a venir.

—Claro.

El paseo está siendo más ameno de lo que se había planteado en un principio. No está mal. Agradece que sea de esa forma. Adjudica a que también pasa por estar ambos subidos en caballos. Tal vez sea tentar la suerte desear que sea así lo que resta del paseo. No quisiera demasiada proximidad.

—La reina-

—No pregunte por mi esposa. Harás que su mutismo empeore—Interrumpe y Jimin aprieta los labios—. Nunca ha sido una buena mujer. Demasiado arisca, demasiado prepotente. Un mal genio terrible y ¡Uff! ¡Cuántas cosas más! Es una pesadilla. No me sorprende que sus padres quisieran deshacerse de ella rápido. —Relata Anatole.

Jimin entreabre los labios y decide no decir nada.

—Sin embargo, cumplió en darme un buen hijo. Taehyung es muy fuerte. Muy valiente. Sé que será un buen esposo para ti—Jimin sonríe leve. Lo que dice con respecto a Taehyung es muy cierto. Agregaría que incluso no se parece en nada él. De no ser por esa repelencia de Yoonji, creería que no es hijo de Anatole—. Espero que seas una buena mujer para él.

—Sé que podré serlo—dice Jimin en voz baja—. Él es como un buen amigo.

—Ummm... Entonces estás iniciando mal—repone Anatole. Su caballo bufa. Animal de pelaje negro en su totalidad y que anda con la cabeza erguida todo el tiempo—. No debe ser un buen amigo. Es tu hombre. Con los amigos no haces la mitad de cosas que harás con él.

—Ah, entiendo. —balbucea apenada.

—De todos modos aún quedan meses para que suceda la boda. Hay tiempo para que seas lo que debes ser. Para que lo entiendas.

Baja del caballo y Jimin no tiene más opción que hacer lo mismo. Acompañándolo al interior de lo que luce como una cabaña muy lujosa. Asume que es un refugio en caso de alguna emergencia. No hay polvo, pero tampoco hay servidumbre.

—Durante una semana estarás aquí con él. Es para que puedan disfrutar el compromiso. —explica Anatole y Jimin asiente.

—Es acogedor. Muy encantador.

—Confío en que de verdad sabrás que hacer para ese momento.

Anatole se acerca y la abraza. Jimin tiembla con antelación, sus ojos azules e inquietos sin saber a dónde mirar. Aprieta las manos en la ropa de Anatole. El hombre le aparta un corto mechón de cabello que escapó de la trenza de ella. A pesar de su palidez, Anatole no consigue descartar lo mismo que al principio.

Es una niña demasiado linda.

Una albina frágil, como un copito de nieve cayendo. La recuerda bailando, la ha escuchado cantar un par de ocasiones. Hay tanto en Jimin que es imposible incluso para sí mismo rechazarla. Aparta como un espécimen débil y poco funcional. Como Yoonji.

Porque Jimin es más bonita.

Jimin tiene más cuerpo.

Jimin es más sumisa.

Jimin es más joven.

—Lo haces bien en parte.

— ¿D-de verdad? —balbucea tiritando. Anatole huele a ciruela seca. Ese hedor extraño a vejez.

—Sí, porque lo principal es quedarte callada. No hables mucho. A nadie le interesa que hables—dice con tal sutileza que es ¿Peculiar? Una especie de modo hipnótico y casi pedagógico. A creer en ello—. No estás aquí para hablar, sino para hacer lo que te dicen ¿lo entiendes? —Asiente leve—. Buena chica. Sé qué harás a tu hombre feliz.