XLVIII. Rehusarse a seguir igual

248 55 7
                                    

— ¿Agust?

La rubia gira un poco la cabeza, encuentra a Jimin en ese espacio donde se vieron la última vez. Observa alrededor. Espera que Yoonji aparezca o por el contrario, la más joven desaparezca pronto. Nada sucede a pesar de los minutos de silencio.

—Que sueño tan profundo debes tener si estás aquí—murmura Agust de frente e inclinando la cabeza—. ¿Estás preocupada o algo así?

—Yoonji ha estado un poco distante estos días y...

Agust se aproxima a ella. El cabello blanco que fluye como agua; sus manos plateadas y cuerpo descubierto ilusoriamente. La toma del rostro, junta los labios con ella y Jimin se inclina un poco atrás, sorprendida. Agust la sujeta con mayor fuerza hasta el punto en el que caen.

Apoya ambas manos a los lados de la cabeza de Jimin, quien jadea ansiosa y pasmada. Agust la observa largamente. La clavícula, la forma de sus senos, su abdomen y cintura estrecha; la forma en que aprieta las piernas una contra la otra y el cabello cae cual es en el agua del suelo y su cuerpo menudo.

— ¿Agust?

—No es justo... que sea así—solloza y Jimin abre los ojos, con las lágrimas de la contraria cayéndole encima.

Gotas doradas.

Gotas calientes.

Lágrimas del sol mismo que aprieta los puños y se encoge de hombros.

—No es justo... que yo pueda decir todo lo que quiero, todo lo que deseo, todo lo que quiero hacer... Todo lo que podría hacer, pero—solloza—. Yo no puedo hacerlo de verdad. Solo debo estar ahí viendo como... como rompieron a mí hermana.

Jimin estira la mano y acaricia la mejilla de Agust.

—No soy justa con ella. Sé que no sabe cómo hacerlo, que él la ha estado matando, pero está ahí. Ella tiene cuerpo—justifica a sabiendas de su propio error—. A ella la dejaron vivir y a mí no.

Desde que tiene memoria está con Yoonji. Desde que entiende todo, sabe que la asesinaron a los dos días de haber nacido y dejaron su cadáver tirado en un bosque para fingir que solo una niña había nacido.

Recuerda estar con ella.

Recuerda la vida que tenían: Yoonji contándole todo, sacando de quicio a sus profesores, aprender piano por su cuenta y tocar "juntas" en el piano marrón del gran salón; cabalgar por la tarde sin que nadie la notara. Extraña su sonrisa. La forma en que sonreía tan tierna.

Y se apagó.

Anatole la apagó.

El mismo día que le quitó el vestido blanco.

Desde ese día Yoonji dejó de hablar, Yoonji dejaba de sonreír, dejaba de verla, dejaba de nombrarla. Dejaba de ser su hermana. El único momento en que la vio genuinamente feliz de nuevo, fue cuando Taehyung nació, ser lo suficientemente necia para tener a su hijo ella y que nadie más la fastidiara.

Pero tal como llegó se fue. Hasta que Jimin llegó de la nada. Como un destelló a la luna oscura que se convirtió Yoonji.

—Solo quiero que ella sea feliz—solloza quebrada—, pero está igual de muerta que yo.

Jimin abraza a Agust, acariciándole la espalda con suavidad.

—Creo que no podría ser jamás igual, porque es un eclipse y sin sol, no es más que una luna negra.

Agust esconde el rostro. No ha querido verla o estar y es casi lo mismo que Yoonji está haciendo con Jimin. Las tres en una especie de peculiar círculo vicioso que no consigue romper. Jimin considera que se olvidan de lo fundamental: Por inercia, Yoonji se siente anulada al no tener sol.

Queen Ilsig || YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora