I.

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—¿Quieres salir conmigo?—.

Tenía las manos ocultas en los bolsillos traseros de sus jeans negros, algo viejos y desgastados, y su labio inferior atrapado entre sus dientes, a la espera de una respuesta positiva.

—No quiero ser tu novia —una mueca surcó su joven rostro ante semejante propuesta.

Ni siquiera lo pensó, no le importaba si sonaba grosera.

—No me refiero a eso —aclaró— simplemente salir, a cualquier lugar. No busco tu amor, sólo tu compañía—.

Era la primera persona que le decía algo semejante, así que le fue inevitable enarcar sus cejas ante la sorpresa que aquellas palabras le provocaron.

—¿Y qué ganas con eso? —se cruzó de brazos, curiosa por lo que diría.

—Ignorar las voces en mi cabeza y sustituirlas por la tuya —una tímida sonrisa asomándose por sus labios color rojo pálido natural la confundieron un poco más.

—Te estás burlando de mí—.

La conocía desde hace poco, pero a la vez se sentía como si hubiese compartido una vida entera a su lado.

Y aún no descubría el por qué.

De lo que sí estaba segura, era que la chica parada frente a ella solía aprovechar momentos como ese para molestarla con la primera idea loca que pasaba por su cabeza.

—No. Te digo la verdad. Cuando estoy contigo y escucho tu irritante voz, la calma invade mi interior. Es como una paradoja—.

Siempre iba directo al grano, y tal vez esa era una de las razones por las cuales no soportaba su presencia la mayor parte del tiempo.

No se acostumbraba a tener a alguien diciéndole la verdad en medio de tantas mentiras.

Pero tampoco sentía la necesidad de deshacerse de ella.

Le gustaba la manera tan sutil en que la retaba a cada paso que daba; poniendo a prueba su paciencia, poniendo en duda todas sus creencias.

—Eso suena muy romántico para alguien que no busca amor—.

La sonrisa se expandió hasta mostrar su dentadura, logrando a la par que sus ojos se hicieran más pequeños y diminutas arrugas aparecieran en el contorno de ellos.

Siempre tan obstinada.

—Si aceptas, te mostraré lo que hay aquí dentro —apuntó su sien y después su pecho— y el efecto que tienes en mí—.

Una propuesta tentadora.

Aceptar sería como tomar unas vacaciones sin retorno.

Declinarla sería perderse la posibilidad de ser la primera en explorar un universo nuevo.

Era tanto y a la vez nada que perder.

—Aceptaré con una condición—.

Su corazón latía a un ritmo lento, tranquilo, contrario al que se encontraba a menos de un metro de distancia.

La alentó a continuar con un movimiento de cabeza.

—Nada de cursilerías y toda esa basura sacada de películas. Cero sentimientos de por medio—.

No le sorprendió escuchar aquello.

Desde el día uno, dedujo que aquella chica construía murallas imaginarias a su alrededor, más altas que las ya mundialmente conocidas.

Todo para evitar invasiones o fugas de nuevas emociones.

—Podrás dormir tranquila. Prometo que tu corazón no sufrirá daños colaterales—.

Hablaba con tanta seguridad, que resultaba fácil confiar.

Y lo hacía.

Inconscientemente, confiaba en aquella chica de ojos tristes y sonrisa radiante.

Confiaba con fervor en que, lo que sucediera de ahora en adelante, no la lastimaría.

Pero detrás de eso, sabía que la confianza ciega era el principal camino a la desdicha.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora