XXXVIII.

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—Hola, ma chérie —en cuanto abrió la puerta, tenía a una pequeña castaña abrazada a ella como un koala.

Sonrió a medias y devolvió el abrazo, acariciando su cabello y enterrando su nariz en él. A pesar de la cánula, todavía podía sentir el olor a caramelo.

Cerró los ojos, disfrutando de ese momento.

La iba a extrañar tanto.

—¿Qué haces aquí? —se separó de ella.

—Te traje algo —abrió la mochila que colgaba de su hombro y sacó un papel, entregándoselo.

Lisa intentó leerlo, pero de pronto las letras se tornaron borrosas. Cerró los ojos con fuerza y los abrió otra vez, pero seguía sin poder enfocar.

–¿Puedes leerlo por mí? —preguntó en un susurro.

Jennie ya estaba al tanto de lo que le sucedía, así como las dificultades que posiblemente presentaría a partir de ese momento.

—Son tus calificaciones. ¡Has aprobado! —dijo con emoción latente— ¡Nos espera el próximo año!—.

Hizo una mueca.

—¿Cómo es posible?—.

—Ventajas de tenerme como tutora —le dio un toquecito en la punta de la nariz.

—Jennie Kim, la mayor especialista en sobornos —se burló.

—¿Así es cómo me agradeces? —se cruzó de brazos, fingiendo molestia.

—Gracias por salvarme de los extras, bella dama —tomó una de sus manos y dejó un beso en el dorso de ésta.

—Tu caballerosidad de papel no convence ni al presidente—.

—Te convence a ti —se encogió de hombros, visiblemente divertida.

Rodó los ojos.

—¿Qué haremos hoy? —se adentró en la casa, como si fuera la suya, y se dejó caer en uno de los sofás de la sala.

—Tengo un plan maravilloso —Lisa se reunió con ella.

—Eso dijiste la última vez —la otra hizo un puchero, así que la castaña no tuvo otra opción más que escucharla. —Habla—.

—Dormir con mi osito abrazable favorito —pasó sus brazos por la cintura de la chica, tumbándola por completo en el sofá.

La risa de Jennie no tardó en llegar. Lisa podía sentir cómo su pecho vibraba por el sonido.

—El oso aquí eres tú. Parece que últimamente tu único propósito en la vida es hibernar—.

Fue el turno de Lisa para reír. Se incorporó, sentándose correctamente.

—Está bien, señora anti-siestas, vayamos a dar un paseo —se levantó, tendiéndole la mano para ayudarle.

—¿En serio? —aceptó la ayuda, poniéndose de pie en seguida. Sus ojos brillaban ante la propuesta.

Asintió. Sabía que Jennie había desarrollado un gusto por las caminatas. Le ayudaban a relajarse. Solía ir al parque y recorrerlo un par de veces antes de regresar a casa. Aunque eran pocas las veces que lo hacía, ya que la mayor parte del tiempo la pasaba en casa de los Manoban.

—Sí, anda —entrelazó sus dedos y salieron de ahí.

Recorrieron tranquilamente la enorme área verde, haciendo paradas para descansar. O bueno, Lisa era quien descansaba, Jennie se entretenía con las ardillas que se acercaban curiosas, en busca de comida para robarle. Por suerte, llevaba algunos cacahuates de botana, los cuales terminaron en las regordetas mejillas de aquellos animalitos.

—Te pareces a ellas —le pellizcó las mejillas a su novia.

—Déjame en paz—.

—Bien, si eso quieres —se puso de pie y comenzó a caminar lejos de Jennie. —Uno... Dos... —contó para sí misma, sintiendo cómo se aferraban a su brazo antes de llegar al tres.

Sonrió.

Eran como un par de imanes, no podían estar separadas por mucho.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora