One, Two, I Love You.

XXXIX. / Pt. 3

—¡No vuelvas a tocarla, imbécil! ¡Si valoras tu vida no te acerques a ella!—.

Lisa la tenía sujeta de las solapas de su saco. Su rostro estaba desencajado, completamente rojo por la ira.

Había ido a la casa de Jennie para contarle lo que los doctores le dijeron esa tarde. Tal vez, después de todo, tenía una segunda oportunidad para vivir más de lo esperado.

La señora Kim aprovechó para hablar con ella mientras esperaban. El señor Kim se unió poco después a la conversación. Al parecer su hija no llegaría temprano, así que le ofrecieron la habitación de Jennie para que durmiera. Era más probable que tuviera oportunidad de darle la noticia por la mañana.

No pudo conciliar el sueño. Se paseó por el lugar, tocando todo a su paso, guardando una imagen mental del que se había convertido en su nuevo lugar favorito.

Pasaron las horas hasta que escuchó el motor de un auto cerca. Al asomarse por la ventana, las vio, y juró que el dolor que el cáncer le producía no se comparaba en nada al que estaba sintiendo en ese momento.

—¡Lisa, suéltala! —su borrachera desapareció de un momento a otro, e intentó separarlas, pero fue en vano. No entendía de dónde demonios había sacado tanta fuerza, si se veía tan mal físicamente.

—¡Maldita traidora! ¡Eres una mentirosa! Todo tu teatro donde fingías preocuparte por mí, sólo lo hiciste para estar cerca de ella y aprovecharte —la elevó un par de centímetros del pavimento— pero ¿adivina qué? No te voy a dar el gusto de morir y dejarte el camino libre, no aún. ¿Me oyes? —la soltó.

Moonbyul cayó al suelo, quejándose. Jennie se acercó con pasos torpes para ayudarla a levantarse.

—Deberías agradecer que hago todo lo posible para que permanezcan juntas, idiota —se sacudió la ropa.

—Y besándola ayuda mucho, ¿no? —estaba a punto de lanzarse sobre ella otra vez, pero los delgados dedos de Jennie sujetando su brazo se lo impidieron.

—Creo que ya es hora de decirle, Jane. Ella te lo explicará —se dirigió a Lisa. —Nos vemos —le dedicó una última mirada a la castaña antes de subir al auto y arrancar.

—Lili...—.

—¿Estás bien? —acunó su rostro entre sus manos, inspeccionándola.

—Sí. ¿Lo estás tú? —preguntó al percatarse de la respiración errática de su novia.

Negó, agachando la cabeza para respirar e intentar controlar su pulso.

Su corazón se agrietó cuando sus miradas conectaron de nuevo.

Lisa estaba llorando. El dolor en su rostro hacía la imagen mil veces peor.

—Tú... ella... —el nudo en su garganta le impidió terminar la frase.

—No. Nunca habrá un "ella y yo". ¿No lo entiendes? Todo lo que quiero es un "tú y yo" para siempre. Te amo, Lisa —habló con determinación— sólo hay espacio para ti en mi vida —la abrazó, escondiendo el rostro en su cuello. —Es algo que nunca podré explicar, mi alma no vibra igual con otros como lo hace contigo—.

—JenJen —habló cuando recuperó la compostura— ¿Hay algo que debas decirme?—.

La castaña se aferró más a su cintura. No quería hablar de eso ahora, sólo quería ir a la cama y dormir con ella entre sus brazos.

—No—.

—No me mientas —se separó, rompiendo aquel abrazo.

—Lili, por favor —se quejó.

—Sé que París te espera, pero yo también. ¿Qué vamos a hacer?—.

¡Zap! Escucharla decirlo fue el tercer flechazo a su corazón.