One, Two, I Love You.

X. / Pt. 3

—¿Hablaste con alguien?—.

Ambas estaban sentadas en la azotea de aquel edificio, admirando desde las alturas lo que desde el suelo parecía enorme.

Jennie aún trataba de procesar la información, y buscaba con insistencia la mirada de su compañera.

Lisa negó.

—¿No te dio miedo estar al borde del precipicio? ¿Pensaste en todo lo que dejarías atrás?—.

—No —respondió con seguridad— lo único que deseaba era dejar de sentirme mal. Le temía más a mi realidad. Aún lo hago, pero es algo que no puedo cambiar—.

—¿Por qué?—.

La pregunta del millón.

La misma que había tratado de responder por sí misma, pero nunca encontraba una respuesta que la convenciera.

Se limitó a encogerse de hombros.

El sentimiento de vacío se había instalado en su pecho hacía ya mucho tiempo, y terminó acostumbrándose a él sin saber de dónde provenía o qué lo había desencadenado.

Al igual que la tristeza que le calaba hasta los huesos.

—No lo sé. De cualquier manera, voy a morir. Ese día sólo adelantaría lo que es inevitable—.

Jennie sintió un pinchazo en el corazón al imaginar todo lo que debió o debía sentir la pelinegra para querer tener un final como ese.

Se acercó más a ella, buscando generar más calor, pues la temperatura disminuía con cada minuto que pasaba.

—Si... —dudó un momento en si la otra querría escuchar las palabras que diría a continuación— Si alguna vez necesitas compañía, o esos pensamientos vuelven a rondar por tu mente, no dudes en llamarme. Yo estaré ahí. Nadie merece sentirse miserable y solo—.

La miró de reojo y sonrió de lado.

—No es necesario que lo digas, lo tengo claro. Por algo insistí tanto por tu compañía —se removió un poco, tratando de aclarar sus sentimientos en ese momento.

La cercanía de su tutora le aturdía de una hermosa manera los sentidos.

Y aunque habían admitido una clara atracción entre ambas, quería mantener la promesa de no romper su corazón.

Pero no sabía qué hacer, qué era lo correcto.

Porque tenía la opción de entregarse en cuerpo y alma hasta su último aliento.

O mantener distancia y llevarse a la tumba todo el amor que tenía para dar.

Como sea, en ambas Jennie terminaría sufriendo.

Y eso no era opcional.

Luego de pensarlo por varios minutos en los que permanecieron en silencio, se atrevió a tomar una de las manos de la castaña entre las suyas, y llevarla hasta sus labios.

Dejó un beso en el dorso de ésta y la acunó, proporcionándole calor.

—Jennie —la llamó, consiguiendo su atención al instante. —¿Qué estarías dispuesta a sacrificar por amor?—.

Esa pregunta la tomó por sorpresa, así que tardó más de lo habitual en hablar.

Giró su cabeza y la vio, con las mejillas y nariz sonrojadas, expectante a su respuesta.

—Un final feliz —Lisa alzó las cejas al oírla. —No me malinterpretes, todo el mundo quiere vivir un cuento de hadas, pero muchas veces el tiempo pasa y el amor también —entrelazaron sus dedos. —Yo aceptaría enamorarme hasta los huesos, aunque eso durara solo unos minutos. Porque en mi presente lo gozaría, aunque el futuro resultara desastroso—.

Sin esperar más, se inclinó hacia ella, rogando para que no se apartara.

Conectaron miradas por unos segundos, buscando un atisbo de duda en sus ojos, pero sólo encontró entusiasmo por lo que sucedería a continuación.

Y se besaron.

Sus labios tratando de descifrar quiénes eran en medio de aquella oscuridad, y quiénes serían al amanecer.

Sus estómagos albergaban un santuario de mariposas que revoloteaban felices, por lo que tranquilizarlas sería casi imposible a partir de ahora.