One, Two, I Love You.

IX.

"Lo siento."

Otro post-it en su asiento, con esa caligrafía inconfundible.

Era el onceavo papelito desde que confesó sus sentimientos.

Cada día aparecía uno nuevo, de un color diferente.

Jennie no lo hacía a propósito, pero era como si, al verse presionada, lo único que supiese hacer fuera apartar a los que más la querían en los momentos que más necesitaba de ellos.

Algo similar le pasaba con Lisa en los últimos días.

No tenía miedo, pues confiaba en que la pelinegra no le haría daño de ninguna manera, tal como lo había prometido.

No.

Su problema era ella misma.

Estaba confundida.

Por momentos, creía que todos esos sentimientos que fluían cuando Lisa estaba cerca eran normales, que se debían a la amistad que la pelinegra se esforzaba por entablar.

La emoción de una nueva amiga.

Pero después de escuchar su declaración, se había sentido más perdida que nunca.

Primero, porque nunca se planteó gustar de una mujer. No tenía nada en contra, incluso algunas de sus amigas tenían pareja y veía con ilusión cómo esas relaciones prosperaban con el pasar del tiempo. Aunque claro, dependía de la persona y la comunicación. No todas habían tenido un final feliz.

Segundo, sus padres. ¿Cómo lo tomarían? Estaba claro que no debería importarle, porque al final de cuentas era su vida, no la de ellos. Pero no quería tener una relación más tensa en casa, o en el peor de los casos, dejar de vivir ahí.

Y tercero, ¿cómo le diría a Lisa, después de tratarla como venía haciéndolo recientemente, que también se sentía atraída por ella?

"Sólo necesitas veinte segundos de valor para lograr algo magnífico."

No recordaba en dónde escuchó aquella frase, pero en ese momento lo comprobaría.

Se quería entregar a la emoción de conocer a su alma gemela.

Tomó aquel post-it del asiento que normalmente usaba, y se sentó al lado de Lisa, quien se encontraba al fondo del aula, cabizbaja.

Al sentir la presencia de la castaña, levantó la cabeza con una expresión avergonzada, mezclada con felicidad por tenerla cerca.

Jennie sacó un bolígrafo de su mochila, y con una letra casi cursiva escribió en aquel pedacito de papel: "Lo siento más."

Lo pegó en el antebrazo de la pelinegra, quien sonrió cuando lo leyó.

—Jennie, quiero... —comenzó a hablar, pero fue interrumpida por la castaña.

—Me gustas—.

Los ojos de Lisa se abrieron con asombro.

Esas dos palabras fueron como puntos de sutura en sus heridas.

La sonrisa tímida que se asomaba por sus labios y el ligero rubor pintando sus mejillas le dieron una pizca de esperanza.

Antes de que alguna pudiera decir algo, el profesor entró al aula y las clases comenzaron.

Quince minutos después, los cuales consideró lo suficientemente necesarios para ocultar su ansiedad por hacer el siguiente movimiento, Lisa bajó disimuladamente su mano y, con timidez, la colocó sobre la de Jennie, que descansaba sobre su pierna. Todo siempre manteniendo la vista fija en el pizarrón, como si nada estuviese pasando.

Miró de reojo como la castaña se mordía el labio inferior, conteniendo la risa.

Giró su mano y entrelazó sus dedos, dispuesta a no soltarlos durante un buen rato.

Lisa tuvo la certeza de que estaría atada a ella por el resto de sus días.