Moonbyul se había despedido de Jennie antes de salir del hospital, dándole un fuerte abrazo y transmitiéndole en él cariño y apoyo.
Nadie sabía qué pasaría dentro de algunas horas, pero se tenían la una a la otra y, a pesar de que la mayor se marchaba, ese conocimiento era reconfortante de cierta manera.
Mientras tanto, el equipo rompipalle desayunaba entre charlas triviales en la habitación de su amiga.
Dylan aprovechó que Moon ya no estaba y devoró el sándwich que habían comprado para ella, escuchando las quejas de Dua porque los Sprouse jamás engordaban, a pesar de comer como si hubiesen estado en ayuno antes.
Cole le lanzaba miradas de vez en cuando a Lisa, sonriéndole con calidez cada que era descubierto. Ella le devolvía la sonrisa, pero ésta nunca llegaba a sus ojos. Era una sonrisa rota, misteriosa, como si supiera algo que ellos no.
Minutos después, se les unieron Marco, Chitthip y Jennie.
Las siguientes horas hablaron y rieron como no lo hacían desde hace tiempo. Hasta que sus gargantas se secaron y sus estómagos dolieron.
Lisa se detuvo a contemplar a cada una de las personas que la rodeaban. Despreocupados, felices. Rostros relajados y sonrisas radiantes. Era una imagen digna de recordar.
Jennie se encontraba a su lado, sujetando su brazo con ambas manos y su cabeza recostada en su hombro. Se inclinó y depositó un beso en la suave cabellera castaña, aspirando el familiar olor a cítricos combinado con el caramelo de su perfume, o quizás de su piel.
Era una mezcla extraña, pero Lisa la amaba.
Jennie olía a la dulzura de la navidad, a la frescura del campo, a cosas increíbles y a hogar. Y cuando se dio cuenta de ello, por una milésima de segundo deseó con todas sus fuerzas vivir el tiempo suficiente para amarla como lo merecía.Pero la decisión ya estaba tomada, y no había marcha atrás.
Entonces, dejando de divagar entre sus pensamientos y regresando al presente, las palabras se escaparon de su garganta.
—Los amo —soltó.
Todos se callaron al instante, observándola con el mismo sentimiento.
No hacían falta palabras, porque esa era su familia, y ellos siempre lograban ver y comprender más allá de lo que se decía.
Una enfermera interrumpió el momento íntimo, avisando que la hora había llegado y debían preparar a la paciente.
Asintieron y rodearon a Lisa en un abrazo, dejándola sin aliento.
Tal vez sería el último, tal vez no.
Uno a uno, salieron de la habitación, directo a la sala de espera.
Un grupo de hombres y mujeres ayudaron a Lisa a cambiarse la ropa por una bata, le colocaron una intravenosa con suero y le hicieron varias preguntas, entre ellas si había ayunado y tomado los medicamentos correspondientes. La chica asentía como respuesta.
Finalmente, subió a una camilla, en la cual la trasladarían al quirófano. Recorrieron los pasillos, deteniéndose un minuto frente a sus familiares.
Los tres amigos le dieron un apretón en la mano o el hombro.
Sus padres besaron su frente y acariciaron su cabello.
Y Jennie. Bueno, ella la besó, dejando su alma en aquel roce.—Te veré en unas horas —le dijo, acariciando su mejilla.
Lisa giró el rostro y besó la palma de su mano.
—Te amo. Gracias por ser mi segunda oportunidad—.
—Shh, no digas nada —pidió.
No quería escuchar su despedida, porque estaba segura que eso intentaba hacer. Despedirse.
—Te amo —repitió. —Quiero que seas feliz, JenJen. Pase lo que pase. ¿Lo prometes?—.
—Lo prometo —apretó los labios, tratando de disipar el miedo de su chica. —Todo estará bien, mi amor. Sólo cierra los ojos y cuenta hasta tres—.
Los enfermeros y enfermeras avanzaron, perdiéndose detrás de las puertas de acero.
Y lo hizo. Lisa contó hasta tres una y otra vez, antes y hasta que la anestesia hizo efecto, sumiéndose en un profundo sueño.
Todo se volvió negro.
Fue entonces cuando la castaña pudo darle rienda suelta a su llanto. Como si el cielo pudiera sentir su angustia, las nubes se tiñeron lentamente de gris.
Pasó una hora.
Y otra.
Y otra.
Y otra.
Y otra.
Su estómago gruñía, pidiendo alimento y sus ojos estaban rojos e hinchados. Caminaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas.
Había visto a una de las asistentes del cirujano salir un par de veces del quirófano en busca de algo.
—Cariño, si necesitas ir a casa, hazlo. Todavía tardará —le dijo Chitthip.
—No, está bien—.
—Deberías hacerle caso —Marco se acercó— puedes ir a comer, dormir, ducharte. En serio, te llamaremos en cuanto salga—.
Jennie dudó, su cuerpo se sentía pesado y una ducha le vendría de maravilla. Al final les tomó la palabra, y llamó a su madre para que la recogiera.
Ninguna dijo mucho durante el viaje, había comenzado a llover, así que la castaña sólo se limitó a ver cómo las gotas se deslizaban por el cristal de la ventanilla. Al llegar a casa, corrió hasta su habitación y entró directo a la ducha. Su madre se quedó en la cocina, uniéndose a ella el señor Kim poco después.
Otra hora pasó.
Debía regresar al hospital.
Pasaba de las ocho, cuando su teléfono comenzó a sonar con insistencia.
—¡Hija, te llaman! —su padre le avisó desde el primer piso, pues había dejado el aparato en uno de los sofás de la sala.
Jennie bajó las escaleras con otra ropa y el cabello húmedo cayéndole por los hombros.
El teléfono se apagó, y a los pocos segundos comenzó a sonar de nuevo.
Descolgó y se lo llevó a la oreja, conteniendo la respiración.
—¿Jennie? —la voz de una mujer se escuchó al otro lado de la línea. Pero algo andaba mal. Estaba llorando.
—¿Sí? —respondió en un hilo de voz.
—Mi niña... Ella ha... —una pausa— murió—.
Fue todo lo que logró escuchar, porque de nuevo la sensación de estar bajo el agua la invadió, al igual que el pitido ensordecedor en sus oídos.
Sentía que se ahogaría en cualquier momento y ella ya no estaría ahí para salvarla.
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One, Two, I Love You.
Short Story"Cierra los ojos y cuenta hasta tres." Ranking: 🥇 Jenlisa 03/08/22 🥇 Jennie Kim 03/08/22 🥇 Lalisa Manoban 03/08/22 🥉 Lisa 13/08/22 🥇 Jennie 25/09/22 🥇 Blackpink 31/01/23