X. / Pt. 1

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—Hola —susurró cerca de su oreja.

Jennie se sobresaltó al escuchar aquella voz, propinándole un buen golpe con la almohada a la persona que se había recostado a su lado.

La felicidad sustituyó al miedo cuando vio de quién se trataba.

—No vuelvas a hacer eso —colocó una mano en su pecho, intentando calmar su alocado corazón.

No estaba segura si latía de esa manera por el susto o porque Lisa estaba en su habitación a mitad de la noche, con una sonrisa de lado y el cabello alborotado.

—Te extrañé —dijo, sin separar su mirada del techo.

—Nos vimos hoy —con sus dedos acomodó el flequillo desordenado de la pelinegra.

Lisa no respondió, se entregó por completo a las caricias que la otra había continuado en su cabeza, acomodándose de lado y cerrando los ojos.

Jennie pensó que, después de aproximadamente diez minutos, la otra se había quedado dormida.

Su compañía ya no le parecía tan desagradable, y ese mismo día por la mañana se descubrió disfrutando del roce discreto de sus manos cuando estaban en clases.

Secretamente, también adoraba cuando la sorprendía en los recesos, entregándole kisses, pues sabía que eran sus chocolates favoritos.

O cuando la incluía en su grupo de amigos, quienes resultaron ser más amigables de lo que imaginó.

Lisa le ofrecía calidez y diversión.

Junto a ella sentía que estaba disfrutando su vida, su presente.

Por su parte, la pelinegra hacía su mayor esfuerzo por entender las asignaturas y mejorar sus calificaciones, aunque a veces recurriera a una que otra mentirilla para poder pasar tiempo de más con su tutora.

Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta que un par de ojos adormilados la observaban fijamente.

—No te quemes la cabeza intentando comprendernos —con toda la confianza del mundo se abrazó a la castaña, hundiendo la nariz en su cabello e inhalando lentamente. Le gustaba el olor a cítricos que le dejaba el champú— somos todo lo que está bien, y es como debe ser—.

Jennie se resistió al principio a aquella muestra de afecto, pero al poco tiempo cedió ante los brazos que la sujetaban con firmeza.

—Duerme ya, quiero que veas algo en un par de horas—.

Y así lo hizo, resguardada por el mejor ángel guardián.

Tal como le pidió, cerca de las tres de la madrugada la hizo salir de la cama, no sin antes asegurarse de que estuviese bien abrigada.

Le mostró cómo escapar de esa habitación por la ventana sin morir en el intento, y cuando ambas tocaron tierra firme, Lisa entrelazó sus dedos y comenzó a correr por las calles vacías con Jennie a su lado, llenando sus pulmones con aire fresco y sus oídos con la risa de su compañera.

—¿Qué hacemos en una fábrica?—.

Se detuvieron frente al viejo edificio, que años atrás había sido una próspera fundidora de metal, pero que por motivos desconocidos se vio obligada a cerrar de un momento a otro.

Tenía una cerca de malla que evitaba el paso a intrusos, pero Lisa había descubierto un hueco, en la parte trasera, lo suficientemente amplio para poder entrar sin problemas.

—Deja de hacer preguntas y entra—.

Se escabulleron como un par de ninjas, imitando incluso algunos movimientos, hasta entrar al edificio.

Jennie sin tener idea de lo que Lisa le tenía preparado.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora