One, Two, I Love You.

XLVI. / Pt. 1

—¿¡Otra vez!? —se cubrió los ojos con una mano y con la otra cubrió los de Dua.

El grito de Cole ni siquiera las inmutó, continuando con su sesión mañanera de besos en el pequeño sofá situado en una esquina de la habitación.

Constantemente se movían de lugar, pues Lisa se cansaba de estar recostada en la camilla todo el tiempo.

Finalmente, el día había llegado. La cirugía estaba programada a las dos de la tarde, así que aún tenían cuatro horas para olvidarse por un momento de los nervios.

El equipo rompipalle, junto con Moonbyul, habían decidido ir a visitar a su amiga para darle apoyo moral, aunque la imagen que los recibió les dejó en claro que Jennie la apoyaba de todas las maneras posibles.

—Ya, sepárense —la inglesa las roció con un spray fijador de maquillaje que llevaba en su bolso, al ver que hacían caso omiso a sus palabras.

—¿Qué demonios? ¿Por qué hiciste eso? —Lisa se limpiaba el rostro con la manga de su sudadera. Jennie imitaba su acción.

—Deben aprender a no comer pan frente a los pobres—.

—Mira quien lo dice. Pero cuando Anwar te mete la lengua hasta la garganta no te quejas —se burló.

Se había enterado por fuentes confiables (o mejor dicho, Dylan el chismoso) quién era el misterioso chico con el que se veía su amiga, y había aguardado hasta el momento oportuno para reclamarle por no contarle.

Dua parecía un tomate. Abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió al instante, sabía que Lisa utilizaría en su contra cualquier cosa.

—Son unas asquerosas —Dylan hizo una mueca de asco y se tumbó en la camilla.

—Si yo fuera tú, no me acostaría ahí —le dijo Jennie, con una sonrisa maliciosa formándose en sus labios.

Las enfermeras aún no cambiaban las sábanas ni aseaban el lugar.

El gemelo de levantó de un salto al entender.

—¡Qué asco! —se sacudía la ropa como si tratara de quitarse algún tipo de suciedad— ¡En serio! ¿Qué maldito fetiche tienen con los hospitales? Con razón la habitación apesta a sexo—.

Cole aspiró, arrugando la nariz segundos después y confirmando las palabras de su hermano.

Moonbyul reía por lo bajo, no podía creerlo.

Lisa la observó de reojo, tensándose ante su presencia. No le agradaba que estuviera ahí, actuando como si nada hubiese pasado.

—¿Desayunaron? —habló Cole, al percatarse de la situación entre su amiga y la mayor. Todos negaron. —Entonces vamos por algo de comida. No tardaremos —empujó a su hermano y a la inglesa hasta la puerta.

—¿Podemos hablar? —la mayor preguntó a Lisa.

—No quiero hablar contigo —apretó los labios.

—Es importante —se notaba preocupada.

—¿Y de qué serviría? Digas lo que digas, no te creeré. Ya no confío en ti—.

—Por favor —dijo con voz afligida, desviando la mirada hacia la castaña, en busca de ayuda.

—Mi amor, tal vez deberías escucharla. Es algo que nos beneficiaría a todos —le sonrió con dulzura, como una forma de persuadirla.

—Pero...—.

—Sólo hazlo —la interrumpió, cansada de su actitud a la defensiva.

—Soy toda oídos —sonrió con falsedad.

—¿Puedes dejarnos a solas un momento? —le pidió a Jennie, quién asintió y salió de ahí.

—¿A qué viniste?  —la miraba con recelo.

—A despedirme—.

Y sin saber exactamente por qué, algo en su interior se rompió al escuchar aquello.