One, Two, I Love You.

XXXIII. / Pt. 2

Se separaron cuando el aire en sus pulmones se agotó.

—Vamos a mi habitación —sin darle tiempo a responder, la tomó por la muñeca y la arrastró hasta ese lugar.

Una vez dentro, Jennie se aseguró de ponerle seguro a la puerta. No quería interrupciones.

La sujetó del cuello de la camiseta, atrayéndola para atrapar sus labios en un beso necesitado. No quería ir despacio cuando sentía como el calor se expandía por todo su cuerpo, sofocándola de una manera deliciosa.

Sin separarse, caminó lentamente, haciendo retroceder a Lisa hasta chocar con el borde de la cama.

—¿Estás segura? —preguntó entre jadeos, robándole una risita a la castaña.

—Debería preguntártelo —acarició sus mejillas, trazando pequeños círculos con sus pulgares— parece que tu valentía se ha esfumado—.

—No quiero hacer nada que tú no quieras —pegó su frente con la de Jennie, cerrando los ojos y entregándose por completo a esas caricias.

—Lo quiero —dijo— te quiero, mi amor —sonrió.

Se separó para observarla con una enorme sonrisa ante el apelativo, achinando los ojos.

La besó, esta vez con más calma, pasando las manos por su cadera y subiendo de manera lenta por su espalda, arrastrando la parte superior del pijama a su paso. Cuando llegó a sus hombros, la castaña se despojó de aquella prenda. Notó la duda en Lisa sobre qué hacer con sus manos, pues se movían inquietas por su estómago, sin rumbo fijo, así que las tomó y las llevó hasta sus pechos, dándole total libertad.

Se entretuvo un largo rato con ellos, a la vez que bajaba por su cuello, dejando un rastro de besos y marcas.

Cayeron con poca gracia sobre el colchón, riendo en un intento de disipar los nervios.

Jennie terminó sentada a horcajadas sobre su regazo, dándole una vista perfecta desde esa posición.

—Te amo —Lisa susurró cerca de su boca, para que sólo ella escuchara. El mundo lo sabía, pero quería asegurarse que siguiera siendo algo íntimo.

Adoración.

Jennie atacó sus labios de nuevo como respuesta, haciéndole saber lo impaciente que se encontraba. Llevó sus manos al dobladillo de la camiseta y se la quitó, aunque ésta se atoró con la cánula que le proveía oxígeno.

Rieron mientras lo solucionaba y de paso se quitaba el gorro que cubría su cabeza.

Las manos de la castaña recorrieron con amor la piel expuesta, deshaciéndose del sujetador. Con las yemas de sus dedos acarició las notorias cicatrices que adornaban el cuerpo de Lisa, sin perder detalle de las muecas que hacía al sentirla.

—Eres mi héroe —se inclinó para besar las zonas marcadas. —No te avergüences de ellas. Son parte del proceso, y ambas sabemos que no se puede salir ileso de la guerra —siguió repartiendo besos, desde sus costados hasta los hombros, cuello, mejillas y frente. Demostrándole con cada toque lo mucho que la quería. —Eres tan bonita—.

Su pecho se llenaba de amor ante cada palabra que escuchaba, devolviéndole un poquito de seguridad.

Aventuró sus manos por la espalda de la castaña, desabrochando el sujetador y tirándolo lejos. Después se dirigió hasta el pantalón, quitándolo y dejándola únicamente en bragas.

No sabía con exactitud si el sonrojo que cubrió el rostro de Jennie se debía a su estado de excitación o por la vergüenza al estar casi desnuda ante ella.

Era un buen momento para averiguarlo.