XXII.

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—No me sueltes—.

—Iré detrás de ti, tranquila—.

Se encontraban frente a la casa de los Manoban, intentando que Jennie aprendiera a andar en bicicleta.

—¿Lista?—.

—Nací lista —respondió con arrogancia.

Dejó escapar una pequeña risa nasal y la empujó suavemente, sujetándola por la parrilla y el manubrio para mantener el equilibrio.

Los grititos de felicidad que emitía Jennie eran música para Lisa. Y es que escucharla era un analgésico para su alma.

Por varios minutos la ayudó a avanzar lentamente, asegurándose de que la castaña superara el miedo inicial y ganara confianza.

—¿Crees que puedas hacerlo sola?—.

Se detuvieron un momento para que la pelinegra recuperara aire, debido a que sus pulmones no funcionaban al cien por ciento ahora se cansaba más rápido que los demás.

Jennie se mordió el labio inferior, fijando la vista en los pedales de la bicicleta.

No era tan difícil, ella podía hacerlo.

Levantó la cabeza y observó a Lisa, apreciando sus facciones con detenimiento gracias a que la tenía a una distancia relativamente cerca.

Era increíble cómo descubría algo nuevo en aquel rostro cada vez que lo miraba, cada pestaña la hacía caer más profundo por aquella chica.

—¿JenJen? —la sacó de su pequeño trance, sonriendo al ver que la castaña sacudía la cabeza e intentaba ocultar su evidente sonrojo por haber sido atrapada.

Asintió.

—Vamos —dijo y se posicionó para comenzar a pedalear— a mi señal, me sueltas—.

Esta vez Lisa sólo la sujetó por la parrilla algunos metros, y sin esperar la orden de su novia, la soltó.

Jennie pedaleaba, sin ser consciente que lo hacía sola.

—Ahora —dijo, pero sólo escuchó un aplauso a lo lejos.

Con el ceño fruncido, volteó hacia atrás para encontrarse con una pelinegra observándola con orgullo mientras levantaba sus pulgares en señal de aprobación.

Negó y sonrió.

Giró el manubrio y regresó hasta donde estaba Lisa, quien no perdió tiempo y la besó en cuanto se detuvo.

—¡Lo lograste! —la sujetaba por las mejillas— ¡Eres increíble! —otro beso— ¿Viste que no era difícil? —un beso más.

—Hmm —se relamió los labios cuando se separaron— si ésta será mi recompensa cada vez que tenga un logro, creo que debo comenzar a buscar nuevos retos —sonrió, achinando los ojos.

—Subamos la recompensa entonces —se apartó. —Hazlo de nuevo y te llevaré al cine el fin de semana—.

Los ojos de la castaña brillaron de emoción.

—A un lado —la empujó juguetonamente y se ajustó el casco.

Comenzó a pedalear, dando varias vueltas alrededor de Lisa, y se alejó.

Todo marchaba bien, hasta que un pequeño gato se atravesó en su camino.

Un movimiento brusco para evitar atropellarlo y terminó en el suelo con una rodilla raspada.

—Mierda —la pelinegra corrió hasta ella y se agachó, inspeccionando su herida— ¿Te duele?—.

—Algo —hizo una mueca.

—Entremos a casa —la ayudó a levantarse y con cuidado la guió al interior de su hogar, sentándose en el sofá.

Buscó el botiquín y comenzó a curar la herida, provocando un chillido por parte de Jennie, quien sujetó su muñeca, deteniendo sus movimientos.

—Estoy bien, ya basta—.

—Lo hiciste genial —trató de subirle el ánimo.

—Soy genial —arqueó sus cejas, mientras Lisa rodaba los ojos— y tengo a la mejor maestra del mundo —la sujetó por el cuello de la camiseta, atrayéndola hacia ella y la besó.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora