XXXII.

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La suerte no estaba de su lado.

¿Era posible que, de un momento a otro, lo malo sustituyera todo lo bueno que había vivido los últimos meses?

Los exámenes comenzaban el próximo lunes y a su cerebro se le había ocurrido la maravillosa idea de borrar casete. Su mente estaba en blanco, y por más que intentaba, la información aprendida le era desconocida en esos momentos.

Ese día caminaba cabizbaja. No tenía ganas de hablar con nadie, sólo se dedicaría a prestar atención en clases y en cuanto la campana sonara, iría directo a casa para encerrarse en su habitación y llorar, como venía haciéndolo los últimos tres días.

En parte, esa era una de las razones por las que evitaba a Lisa. Estaba convencida de que, si la miraba fijamente, sus ojos la delatarían, y no estaba preparada para ver su carita bañada en tristeza.

Por más que se partía la cabeza pensando, no encontraba la manera de convencer a su padre para que se quedaran, y eso la estaba llenando de frustración.

-Ven conmigo -sintió como una mano la sujetaba por el brazo y la arrastraba hasta el baño, cerrando la puerta con seguro para evitar interrupciones. -Ahora sí, no saldrás de aquí hasta que me digas qué carajo te sucede y por qué parece que estuviste picando una tonelada de cebollas -Moonbyul estaba cruzada de brazos, esperando una respuesta.

Jennie hizo un puchero. No podía ocultárselo, después de todo se había convertido en su mejor amiga.

Tomo una respiración profunda, como si estuviese a punto de lanzarse al mar y supiera que tardaría en salir a la superficie.

-Es muy probable que me vaya de la ciudad -la mayor dejó caer los brazos a sus costados, y abrió la boca intentando decir algo, pero las palabras se negaban a salir. -No quiero, Moon -su voz se quebró. Se lanzó hacia ella, abrazándola en busca de algo que la hiciera sentir más segura.

Moonbyul salió de su pequeño trance y la envolvió en sus brazos, permitiéndose disfrutar de la calidez que su cuerpo emanaba.

-¿Cuándo? -preguntó en voz baja.

-En dos meses-.

Sesenta días eran suficientes para armar un plan.

Era más que obvio que Jennie quería quedarse por Lisa, no por ella. Y aunque le doliera, prefería eso a no verla nunca más.

-Te ayudaré-.

-¿En serio? -se separó de ella, limpiándose las lágrimas.

Su mirada estaba llena de esperanza, robándole un suspiro a la mayor.

¿Quién podía resistirse a esos ojitos gatunos?

-Te lo prometo, Jane -le sonrió con cariño.

-Eres increíble-.

-Claro que lo soy -dijo con arrogancia, ganándose un golpecito en el hombro, seguido de otro abrazo.

El amor se puede demostrar de muchas maneras, o eso había aprendido Moonbyul con el paso del tiempo.

Las atenciones que tenía con la castaña, y su manera de cuidarla, era una muestra de ello.

Para ella, era algo natural. Creció en una familia que ponía todo su amor hasta cuando la ayudaban a atarse las agujetas de pequeña, así que se empeñaba en transmitir ese sentimiento a los demás.

Sabía que ganaría más si lograba que Lisa y Jennie terminaran juntas, porque haría feliz a una persona que la hacía feliz a ella, aunque ésta no lo supiera.

El amor no es egoísta.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora