XXX. / Pt. 2

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—¿Lisa? ¿Tu amiga? Vamos Jennie, es sólo una chica. Conocerás a más personas en París con las cuales entablar una amistad—.

Se separó de su madre, negando.

—No se trata de eso. Lisa no es mi amiga —lo miró con rabia, su lengua pareció cobrar vida propia, incapaz de contenerse— ella es mi novia —confesó, sin perder detalle de cómo la mandíbula del hombre parado frente a ella se desencajaba. —Nadie ocupará su lugar, ¿y sabes por qué? ¡Porque la amo! ¡Estoy loca y profundamente enamorada de ella! —sintió que un peso era quitado de sus hombros al decir aquello en voz alta— ¿Crees que todos tus lujos podrán reemplazar lo que siento aquí? —se llevó una mano al pecho, justo sobre su corazón. —Lisa me necesita tanto como yo a ella. No puedo irme y hacer de cuenta que nunca la conocí—.

El silencio hizo aparición por unos segundos, hasta que un carraspeo lo rompió. El mayor se llevó ambas manos a la cabeza, revolviendo su cabello con fuerza para después sujetarse la nuca.

—¿En serio? —preguntó con tono incrédulo.

—Cariño —intervino su esposa— el amor no es un delito. Sólo mira a tu hija —la apuntó— desde que Lisa llegó a su vida se ve más feliz. Ella le regresó el brillo que se apagó cuando la dejamos de lado por nuestro trabajo—.

—¿Tú sabías?—.

La mayor asintió, sorprendiendo a padre e hija.

Había visto al par bailando en la habitación de la menor, así que decidió no interrumpir, pero antes de marcharse escuchó lo que Lisa dijo. Lo demás encajó enseguida.

—¡Pero es una chica!—.

—¿Y cuál es el problema? A mí no me importaría si fuese una chica, un chico o un alien, con tal de ver a Jennie llena de alegría y sonriendo, yo también sería feliz. Ya le hemos hecho bastante daño con nuestra ausencia —lo tomó del brazo, acariciándolo— ¿No crees que es tiempo de ayudarla a cerrar sus heridas?—.

Jennie sólo se limitaba a llorar frente a ellos, escuchando atentamente lo que decía su madre e hipando de vez en cuando.

El señor Kim resopló.

—No puedo renunciar a esto. También es mi sueño —dijo y después salió del estudio.

Las piernas de Jennie fallaron, cayendo al suelo y haciéndose bolita para llorar con más fuerza que antes.

Su madre se arrodilló a su lado, abrazándola.

—Él... él no... —era incapaz de completar una frase.

—Shh. Hablaré con él, tiene que haber otra opción—.

No quería hacerse falsas esperanzas, pero debía aferrarse a algo, por más mínimo que fuera.

No abandonaría lo único bueno que la vida le había dado en tanto tiempo.

—Puedo quedarme aquí. Me las arreglaré para vivir sola —sugirió una vez que su llanto cesó.

La señora Kim arqueó las cejas.

Era una idea absurda, pues seguía siendo menor de edad, pero admiró la valentía de su hija al querer luchar por lo que deseaba.

—Ya veremos —besó su frente— ahora ve a ducharte. Imagino que te marcharás a casa de Lisa, ¿o me equivocó? —sonrió al ver el rubor expandirse por las mejillas de Jennie.

—No sé cómo podré verla ahora a los ojos cuando existe la posibilidad de separarnos —su voz estaba cargada de tristeza.

—Vas a encontrar la manera, cariño. O inventarás una, eres muy inteligente—.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora