XXIV.

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—Se quedó dormida —dijo, cerrando con cuidado la puerta de la habitación.

—Fue un día pesado —suspiró la mayor— gracias por acompañarla, tu presencia la reconforta —apretó su hombro con cariño.

—Ella es... tan frágil. Si pudiera hacer algo para que todo esto fuera más llevadero, no lo pensaría dos veces —hizo una mueca.

—Ven, quiero hablar contigo sobre algo—.

Ambas se encaminaron hacia el comedor, tomando asiento en las sillas a juego.

Jennie mentiría si dijera que no estaba nerviosa. Chitthip había cambiado su semblante risueño a uno completamente serio, como si estuviese a punto de reprenderla por algo que hizo, sin ser consciente de ello.

La mayor la observó fijamente por un par de minutos, escudriñándola, hasta que una sonrisa de lado se dibujó en sus labios y por fin habló.

—¿Cuáles son tus intenciones con mi hija, Jennie? —soltó.

La castaña se tensó. No sabía con certeza si su novia les había contado a sus padres sobre su relación. Es decir, ellos sabían que la pelinegra solía quedarse en su casa a veces, pero quizás con la excusa de ser buenas amigas y hacer pijamadas, ¿no?.

—Yo... quiero a Lisa —admitió. —Me siento cómoda con su compañía, aunque al principio no era así. No sé cómo lo hizo, pero no puedo sacarla de mi mente ahora, pienso en ella cuando no estoy a su lado. Me preocupa su bienestar. Y deseo sobre todas las cosas que sea feliz—.

Chitthip le dedicó una mirada llena de dulzura, de esas que Jennie siempre deseó por parte de sus padres, pero que jamás obtuvo.

—Eso puedo verlo, pequeña. Y aquí entre nosotras, eres la luz en la vida de mi hija, ¿sabes? Como un ángel. Ella te admira mucho, todo el tiempo alardea sobre tu inteligencia y belleza —dijo, provocando un fuerte sonrojo en la menor— no para de hablar sobre la gran persona que eres, tu corazón altruista es su mayor debilidad. Ahora entiendo por qué —sonrió— me alegra saber que Lili encontró a alguien como tú, y que sus sentimientos son correspondidos—.

Jennie intentó con todas sus fuerzas no echarse a llorar ahí mismo. Eran demasiadas emociones en un día para procesar.

La mayor extendió sus brazos y la castaña no dudó en refugiarse en ellos, dándole luz verde a sus lágrimas. Se sentía bien.

Varios minutos después, se separaron. Jennie regresó a la habitación de Lisa para despedirse y regresar a casa.

La pelinegra se encontraba recostada, inquieta.

La castaña pensó que era algo normal, su novia solía moverse demasiado cuando dormía.

—Nos vemos mañana —se acercó para acariciar su mejilla con las yemas de sus dedos. —Duerme bien, te quiero —besó su frente.

Pero bastaron unos segundos presionando la piel con sus labios para darse cuenta que algo no andaba bien. Lisa estaba ardiendo en fiebre. Rápidamente salió corriendo en busca de la señora Manoban para corroborar sus sospechas.

La pelinegra emitía pequeños quejidos, en un estado semiinconsciente.

Chitthip salió de la habitación en busca de agua con hielo y una toalla para bajar la temperatura de su hija.

Jennie permaneció a su lado, de cierta manera sintiéndose impotente al ver en ese estado a la persona que más quería.

Esa fue la primera noche de muchas que no volvió a casa, pasándola en vela y rogando que Lisa no empeorara con el tiempo.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora