XLIII.

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—No es tan fácil —se llevó una mano a la barbilla, acariciando la barba que comenzaba a crecer.

Sus ojos iban de izquierda a derecha, de una chica a otra.

Su hija y la novia de ésta estaban sentadas frente a él, una profundamente atemorizada ante la imagen imponente que el mayor daba, y la otra haciendo rabietas ante cada negación que recibía.

—Papá, sólo hazlo y ya —comenzaba a frustrarse al ver la necedad del hombre.

—No —dijo tajante.

En el fondo, le causaba gracia la cara que su hija ponía al escuchar esas dos letras, pero admiraba su perseverancia. No se rendiría hasta obtener lo que había ido a buscar.

—¡Por favor! —se levantó de golpe, estaba al borde de las lágrimas, pero no de tristeza, sino de rabia.

—JenJen, ¿me dejas hablar con él a solas? Sólo será un minuto —pidió Lisa de repente, sorprendiendo a ambos Kim.

La castaña la miró con duda, pero la pequeña sonrisa que recibió fue suficiente para ceder. Se acercó y depositó un beso en su frente antes de salir, a lo que Lisa correspondió tomando su mano y besando el dorso de ésta. No haría ningún movimiento en falso cuando tenía la mirada penetrante de su suegro sobre ella.

—¿Y bien? —el mayor arqueó una ceja, y Lisa notó cómo esa acción remarcaba el parecido entre padre e hija.

—Yo...—.

—¿Por qué la insistencia? —la interrumpió, haciendo una mueca— Ya me quitaste a mi pequeña, e inevitablemente le romperás el corazón. ¿No te parece suficiente?—.

—Quiero que sea feliz. Estoy tratando de evitar el mayor daño posible —aclaró. —No lo hago por mí, créame, sino por ella. Por eso le propongo algo a lo cual no podrá negarse —sonrió, segura de sus palabras.

El mayor la observó por lo que parecieron siglos, descubriendo mucho detrás de ese cuerpo magullado.

Dejó salir el aire de sus pulmones, derrotado.

—Te escucho—.

Del otro lado de la puerta, Jennie intentaba escuchar lo que ambos hablaban. Pero una mano en su hombro la sobresaltó, haciéndola perder el hilo de la conversación.

—Carajo, casi me da un infarto —dramatizó, llevándose una mano al pecho.

—¿No te enseñé que es de mala educación espiar a las personas? —su madre le dedicó una sonrisa cálida.

—No me enseñaste muchas cosas —dijo con frialdad.

Era verdad, muchas cosas tuvo que aprenderlas por su cuenta a falta de la presencia de sus padres la mayor parte del tiempo.

—Jennie, lo lamento. De verdad —dijo con sinceridad.

—Tus disculpas llegan un poco tarde —agachó la cabeza.

—Si me permites, podemos empezar de cero —acarició su cabello, pero no recibió respuesta. —Piénsalo, ¿sí? Todos merecemos una segunda oportunidad, sea el caso que sea—.

La castaña se encogió de hombros, al mismo tiempo que la puerta del estudio se abría, dejando ver a su padre con una extraña sonrisa, al igual que Lisa.

—¿Y? —inquirió, ansiosa.

—Pueden programar la cirugía cuanto antes, yo me encargaré del resto —anunció el mayor.

Jennie lo abrazó con fuerza, tomándolo por sorpresa.

—Gracias —susurró. Se apartó y envolvió en sus brazos a la más alta. Sentía que explotaría de felicidad en ese momento. —Una segunda oportunidad, mi amor —le dijo.

Lisa correspondió el abrazo, dándole una última mirada al señor Kim, quien asintió levemente y se marchó.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora