XXVI.

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Los minutos se convirtieron en horas, y las horas en días. Cada uno más angustiante que el anterior.

Lisa no presentaba mejoría con las quimioterapias, pero no quería que los demás lo notaran, se esforzaba en aparentar que todo seguía igual que antes.

Reunió todas sus fuerzas y regresó a la escuela, dándole una grata sorpresa a sus amigos y a Jennie, quién no dudó en correr a sus brazos en cuanto la vio. La calidez que la castaña emanaba era la motivación que necesitaba para seguir ahí.

—¿Todo bien? —preguntó, levantando la cabeza para observarla, sin soltar el agarre en su cintura.

—Hmm —se inclinó para dejar un beso fugaz en sus labios, sacándole una sonrisa genuina— ahora sí—.

—¡Abrazo grupal! —Dylan gritó antes de envolver a la pareja con sus brazos, seguido de su hermano y Dua.

—Me están aplastando —la voz entrecortada de Lisa los hizo separarse inmediatamente.

Caminaron hasta el aula entre bromas y constantes preguntas que Lisa trataba de responder con calma mientras arrastraba el tanque de oxígeno a su lado. El otro brazo cruzaba por los hombros de la castaña, abrazándola. No estaba dispuesta a separarse de ella.

—Señorita Manoban, me alegra verla de nuevo —saludó el profesor de Física, estrechado su mano.

—No se puede deshacer tan fácil de mí —respondió con tono juguetón.

—Oh, eso me ha quedado claro —le siguió el juego— ¿Está lista para los exámenes finales? —el rostro de la joven palideció. Como cualquier otro estudiante, sabía que los últimos días antes de las vacaciones estaban cargados de estrés. No aseguraba que su cuerpo resistiera tanto. —No se preocupe —el profesor se apresuró a hablar— buscaremos una manera más sencilla para usted. Tal vez la señorita Kim pueda ayudarle —le dedicó una sonrisa a la mencionada.

Jennie asintió, pegándose más al cuerpo de Lisa.

Tomaron asiento, prestando nula atención a la clase.

¿Cómo podría Jennie concentrarse teniendo a Lisa a escasos centímetros?

¿Cómo podría Lisa procesar una de las tantas fórmulas que el profesor escribía en el pizarrón, si Jennie la estaba mirando de esa manera?

No. Definitivamente no era posible.

Cuando el timbre anunció el final de las clases, la pareja salió caminando tranquilamente.

—¿Manoban? —una voz las detuvo, haciendo que la nombrada girara para encararla.

—Moonbyul—.

—Hola —dijo en un suspiro, abrazándola.

Lisa no esperaba aquello, por lo que tardó en reaccionar. Observó a Jennie, cuestionándola, mientras colocaba una mano en la espalda de la mayor. La castaña se encogió de hombros y sonrió. 

Por lo menos la rivalidad entre esas dos se estaba desvaneciendo.

—¿Cómo te sientes? —rompió el abrazo.

—No mejor que tú —bromeó al ver su rostro con enormes ojeras.

—Efectos secundarios de la vida adulta —no había dormido bien debido a la acumulación de proyectos finales. —¿Quieren ir por un helado? Yo invito —ofreció.

Tal vez todo lo que necesitaban era un tiempo fuera de la rutina.

Una vez más, Lisa buscó la mirada de su novia, preguntándole silenciosamente si quería salir. La castaña se limitó a asentir.

—Vamos—.

—Bueno, pero para la próxima quítate el mandil —se burló.

—Me agradas más cuando no abres la boca—.

Moonbyul rió y caminó hasta el estacionamiento. La pareja la siguió, tomadas de la mano.

Y por primera vez, Jennie ignoró las miradas sobre ella, dedicándose exclusivamente a disfrutar de la compañía de su amiga y su novia.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora