XXXIX. / Pt. 2

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Moonbyul creía estar preparada para pasar una noche increíble al lado de su hermosa amiga, pero cuando Jennie llegó a su lado y la saludó, sonriendo de esa manera, su seguridad se fue al carajo.

Tal vez había sido mala idea invitarla.

De pronto se sentía débil ante su presencia, y sus manos temblaban de manera persistente.

Jennie llevaba un vestido corto de color negro, a juego con sus tacones y la joyería que adornaba su cuello y orejas. Sencillo y sofisticado a la vez. Perfectamente planeado para acaparar la atención de cualquiera, y adueñarse de los suspiros de la mayor.

A diferencia de ella, la graduada había optado por un smoking negro y sus típicas converse. Algo poco común, pero al final ella quería sentirse cómoda, y con un vestido no lo lograría.

—Ahora me siento como un vagabundo a tu lado —le dijo, tratando de que su mandíbula no cayera al suelo de la impresión.

—Tonterías. Te ves genial, como siempre —la castaña se acercó y acomodó el pequeño moño que adornaba su cuello. —¿Entramos?—.

Asintió y tomó su mano, caminando al interior del salón donde la fiesta había comenzado.

Lo primero que hicieron fue tomarse la típica fotografía. Posaron con una enorme sonrisa, lo suficientemente cerca una de la otra hasta que el flash de la cámara se disparó.

Después, fueron directo a la mesa de aperitivos. Comieron y bebieron a la vez que Moonbyul presentaba a Jennie a cada persona que se acercaba, entablando divertidas conversaciones durante varios minutos.

—Vamos a bailar —la sujetó por la muñeca, arrastrándola hasta la pista de baile.

Dejaron que el alcohol y la música hiciera de las suyas con sus cuerpos, disfrutando del momento. Sus movimientos eran sexys, como si de alguna manera se estuvieran provocando, esperando que alguna se diera por vencida.

—Te vas a lastimar —le gritó para que pudiera escucharla sobre la música, pegándose más a ella. La mayor frunció el ceño, sin entender a que se refería. —Llevas toda la noche mordiéndote el labio —acunó su rostro con una mano, pasando el pulgar por el labio inferior de la chica, el cual ya se encontraba rojizo y un poco hinchado.

Cerró los ojos, y en contra de sus deseos, se apartó, tomando la mano que estaba en su mejilla y haciendo girar a su acompañante sobre sus pies, para continuar bailando entre risas.

Cerca de la una de la madrugada, se despidieron de todos. La mayor le ayudó a bajar del auto cuando estuvieron frente a la casa de la castaña.

—Gracias p-por invitarme, me d-divertí m-mucho —dijo, sus palabras atropelladas debido a su evidente estado de embriaguez. Su compañera no había bebido tanto, pues debía conducir.

—Yo debería agradecerte, hiciste de esta noche una que jamás olvidaré —le tomó un mechón de cabello y lo acomodó detrás de su oreja.

Ambas se quedaron mirándose quién sabe por cuánto tiempo. A pesar del aire frío, las envolvía una calidez inexplicable.

Es ahora o nunca.

Sin detenerse a pensarlo demasiado, la mayor se inclinó y la besó, colocando las manos en su cintura.

Fue un simple roce de labios, sin presión.

Un beso no correspondido.

Un beso que no pudo culminar porque un par de manos la sujetaron con fuerza, empujándola y haciéndola chocar contra la puerta del auto.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora