XLI.

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—Tenemos que hablar—.

Dios, le tenía miedo a esas palabras, nada bueno comenzaba con esa frase y todo el mundo lo sabía, pero aun así accedió.

—¿Qué sucede?—.

—Seré directa —dijo, jugando con sus dedos bajo la atenta mirada de Jennie. —Los doctores creen q-que una cirugía para extirpar parcial o totalmente los tumores es la m-mejor opción, reducirían considerablemente los síntomas—.

—¿En serio? —preguntó esperanzada.

Todo lo que deseaba era ver a Lisa más tranquila, sin esos constantes dolores de cabeza y la pérdida de memoria. Había pasado casi una semana desde el incidente, y en ese tiempo se había olvidado de quién era la castaña alrededor de tres veces más. Algunas más evidentes que otras, pero Jennie lo sabía por la manera en que la miraba. Ya no intentaba apartarse cuando no la reconocía, ahora sus ojos demostraban curiosidad. Nada más.

Era doloroso de cierta manera, ser para ella de repente alguien a quien solía conocer.

Lo mismo había sucedido con Dua, Cole y Dylan. A los únicos que parecía recordar siempre eran sus padres.

—Sí —se mordió el labio inferior. —Aun-aunque e-es arriesgada. Existe la p-posibilidad de q-que algo s-salga mal —tartamudeó, dejando al descubierto otro de sus recientes problemas. Le ocurría rara vez, y por lapsos cortos.

—¿Cuáles son los riesgos?—la mirada que recibió le dio todas las respuestas— Oh—.

—Una hemorragia e-en el p-peor de los casos—.

—Pero... suponiendo que todo salga bien...—.

—Mi esperanza de vida sería mayor —sonrió, pero su sonrisa no llegó hasta sus ojos.

—¡Entonces hazlo, mi amor!—.

—Lo he pensado, pero... tal vez tarde un poco—.

—¿Por qué? —frunció el ceño.

—La operación es muy costosa, JenJen —desvío la mirada— no tenemos el dinero suficiente. Sé que papá b-buscaría la manera... pero aun así, le llevaría al menos un par de meses conseguirlo. Las cosas p-pueden empeorar en ese tiempo—.

Un silencio se instaló cuando terminó de hablar.

Que mierda de vida. Jennie tenía más de lo que necesitaba, mientras que Lisa necesitaba más de lo que tenía.

—Creo... creo que se me ocurre algo —habló por fin.

—No aceptaré tu dinero —sentenció.

Sabía que ella, o bueno, su padre, tenía los recursos necesarios para costear esa operación. Pero se sentía mal. Ese hombre ni siquiera apoyaba su relación, y se lo había dejado claro.

—Escucha antes de tomar una decisión—.

—No—.

—¡Lisa!—.

—¡No lo haré! ¿Entiendes? Él no me quiere, y no quiero su limosna—.

—¿Te estás escuchando? —soltó una risa desganada, apartándose de ella. —No es una limosna, Lalisa—.

—¿Entonces qué es? —preguntó con molestia.

—¡Otra oportunidad! Te amo y si puedo darte eso, lo haré. Así que deja de ser tan cabeza dura y acéptalo. No de su parte, sino de la mía—.

—No lo haré —se cruzó de brazos, adoptando esa postura que la castaña tanto odiaba.

—¿Por qué no dejas tu maldito egoísmo de lado? —le dio golpecitos en el pecho con su índice por cada palabra que decía. —Sólo quiero lo mejor para ti. Quiero tenerte el mayor tiempo posible a mi lado, ¿es tan difícil entenderlo?—.

—¿Y yo soy la egoísta? —se burló— Sólo quieres asegurarte que esté bien antes de marcharte lejos—.

—Eres... —cerró los ojos con fuerza al igual que los puños, tragándose todo lo que pensaba sobre ella en ese momento. —Adiós—.

Y sin más, se fue.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora