XXIII.

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—Lo siento... Disculpe... ¡Apártese de mi camino, tengo prisa! —Jennie corría lo más rápido que sus piernas lo permitían, esquivando al personal del hospital.

Había recibido un mensaje de Lisa diciéndole que ese día tendría su primera quimioterapia y quería que estuviera con ella.

Los segundos se volvieron eternos desde que leyó el texto en su teléfono, y no veía la hora para salir de la escuela e ir con la pelinegra.

Llamó a su madre, rogando internamente para que aceptara ir a recogerla y llevarla al hospital. Para su sorpresa, la señora Kim aceptó sin cuestionar.

Ahora se encontraba caminando apresuradamente algunos metros detrás de su hija, preocupada por la urgencia que la menor tenía por llegar a cierta área.

Oncología.

Siendo sincera, el lugar le causaba escalofríos a Jennie.

No era agradable escuchar los llantos de niños pequeños al otro lado de las puertas de los consultorios, pidiendo que el dolor y los medicamentos pararan.

No soportaba ver a los adultos fingiendo ser fuertes cuando en sus ojos se notaba el miedo y la incertidumbre.

No era un lindo escenario.

Se detuvo frente a una puerta con el número 27 en ella, y tomando una respiración profunda, tocó.

Chitthip abrió, sonriendo amable y permitiéndole la entrada. Jennie notó las lágrimas acumulándose en los ojos de la mayor, así que apresuró su paso por el consultorio hasta toparse con Lisa, quien estaba sentada cómodamente en un sillón.

—Hey —saludó con toda la tranquilidad del mundo.

—¿Estás lista Lisa? —el doctor se acercó a ella con el medicamento preparado.

—Ahora sí —estiró su mano, tomando la de Jennie.

—Bien. Si sientes picazón, ardor o cualquier otra molestia, avísame inmediatamente—.

La pelinegra asintió y cerró los ojos cuando la intravenosa fue introducida en su brazo.

Una hora.

Sesenta minutos pasaron, en los cuales Jennie sintió que su mano se acalambraba por la fuerza con la que Lisa la sujetaba.
Pero lo soportó, sabiendo que lo que su novia sentía era mil veces peor.
Habló con ella durante todo el tiempo, buscando distraerla, y la pelinegra agradeció infinitamente tenerla a su lado.

—Espero no quedarme calva después de esto —se quejó, saliendo del consultorio cuando la sesión finalizó.

Jennie sólo sonrió de lado, y acarició el dorso de su mano con el pulgar.

—¿Lisa? —escuchó que alguien la llamaba, girando para encontrarse con su suegra.

—Señora Kim, ¿cómo está?—.

—Bien, querida. ¿Y tú?—.

—He tenido mejores días —dijo con diversión.

—Yo, no sabía... —buscó la mirada de su hija, y después sus ojos cayeron en las manos entrelazadas de ambas.

—Hablaremos en casa, mamá —dijo al notar que su madre la observaba inquisitiva. —Gracias por traerme, pasaré el resto de la tarde con Lisa—.

La mayor asintió, viendo cómo su hija se alejaba con la chica y la madre de ésta.

—¿Estás bien? —le susurró al oído.

Ambas iban sentadas en la parte trasera del automóvil, mientras Chitthip conducía de regreso a casa.

La castaña negó y se recostó en el hombro de la pelinegra, disfrutando de su cercanía.

—¿Te robé demasiada energía?—.

Otra negación como respuesta.

—Es sólo que, mamá va a cuestionar todo lo que vio hoy y no quiero más peleas —resopló.

—Tranquila —se llevó la mano que sujetaba a los labios, besándola— todo saldrá bien—.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora