XVII.

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Pip. Pip. Pip.

En aquella habitación no se escuchaba ningún otro sonido mas que el de la máquina que monitoreaba los latidos del corazón de Lisa.

Al otro lado de la puerta, Jennie estaba sentada en una de las sillas de la sala de espera. Se mordía las uñas sin parar, esperando a que alguien le diera noticias de la pelinegra. Dylan, a su lado, movía una pierna, inquieto.

Sus padres fueron a la escuela después del llamado de la castaña, llevándola inmediatamente a urgencias, donde fue hospitalizada. Ambos chicos se escaparon de clases y llegaron al hospital minutos después en la motocicleta del rubio.

Jennie estaba perdida. Le había mandado un mensaje a Moonbyul contándole lo sucedido y pidiéndole que buscara su mochila cuando las clases terminaran, pues con las prisas la dejó en el aula.

—¿Familia Manoban? —un doctor salió de la habitación donde se encontraba la pelinegra.

—Aquí —los padres se acercaron, al parecer ya se conocían— ¿Cómo está?—.

El hombre observó de reojo a los dos más jóvenes, que estaban atentos al veredicto que daría.

—Delicada —puso una mano en el hombro de Marco, el padre, y lo apretó suavemente— Lisa sufrió un derrame pleural. Tuvimos que realizar una toracocentesis—.

—¿Qué es eso? —la curiosidad le ganó a Jennie.

El doctor observó a los Manoban, buscando su aprobación para hablar. Éstos asintieron.

—Una toracocentesis es cuando se hace una pequeña cirugía en el tórax para introducir una sonda y aspirar el líquido acumulado en la cavidad pleural —se señaló a sí mismo la zona, tratando de ser lo más claro posible.

—Pero se va a recuperar, ¿verdad? —preguntó la castaña.

—Depende de la reacción que presente su organismo ante la quimioterapia—.

Quimioterapia.

Esa palabra se sintió como si le tiraran un balde de agua helada encima.

Cáncer.

Y llegando a esa conclusión, sintió como una parte de su mundo se derrumbaba en cámara lenta.

Si Dylan no hubiese reaccionado a tiempo para sujetarla, ahora estaría en el suelo.

—Jennie, respira —el chico la abanicaba con su mano— mírame —intentaba llamar su atención tomando su mentón, pero la castaña estaba en el limbo, mirando a la nada.

Con esfuerzo logró sentarla en una silla.

—Yo... voy a... voy... —intentó hablar, pero antes de que Dylan pudiera hacer algo, la chica estaba vomitando a su lado, manchando su pantalón.

—Ya, está bien, sácalo todo —le frotaba la espalda mientras sujetaba su cabello con la otra mano.

Pasaron alrededor de diez minutos para que Jennie se tranquilizara.

Los padres de Lisa habían pasado a la habitación para verla, aunque todavía no despertaba.

—Jen, debo ir al baño, ¿necesitas algo? —la castaña negó y el rubio se fue.

—Esto no puede estar pasando, debe ser una maldita pesadilla —susurraba para sí misma.

—¡Jennie! —Moonbyul llegaba corriendo hasta su amiga y la abrazó —¿Qué pasó con Manoban?—.

La castaña no quería llorar, quería ser fuerte, por ella y por Lisa, pero al recordar las palabras del doctor las lágrimas fueron imposibles de retener. Transcurrieron otros diez minutos para recobrar su compostura.

—¿Te orinaste? —preguntó con burla la mayor al rubio, que regresaba con una botella de agua, al ver la mancha en su pantalón.

—Fue mi culpa —respondió la castaña— Moon, Lisa tiene cáncer —dejó caer la bomba.

La mayor quedó en shock. Había visto el deterioro en el cuerpo de Lisa, pero nunca adivinó el por qué.

Ahora sólo rogaba para que su amiga se mantuviera fuerte, porque la pelinegra iba a necesitar apoyo, ahora más que nunca.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora