XXV. / Pt. 2

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—Hola chicos, no los veía desde hace tiempo —Marco recibía al grupito, haciéndolos pasar hasta la sala de estar. —Aguarden aquí, le avisaré a Lis que la buscan —dijo y se dirigió a la habitación de su hija.

Silencio.

Ninguno de los cuatro jóvenes se atrevía a decir algo.

Un grito retumbó por toda la casa, y Marco apareció con una mueca plasmada en su rostro segundos después.

—Lo siento... ella se encuentra un poco indispuesta—.

La tristeza se reflejó en el rostro de los menores, pero asintieron ante la respuesta. Lisa no los quería ahí. Se encaminaron a la salida, aunque se detuvieron al escuchar la voz de Chitthip.

—Chicos, esperen un segundo. Cariño, ofréceles algo de beber y comida —pidió con su característica amabilidad a su esposo, quien obedeció y guió a tres de los cuatro amigos al comedor. —Jennie, ¿puedes acompañarme un momento? —su mirada era de súplica, la castaña aceptó rápidamente, caminando detrás de ella.

De vuelta en la habitación de su novia, entró después de la mayor.

—Mamá, ya te dije que no los quiero ver. A nadie, así que déjenme en paz —la voz tan familiar de Lisa estaba cargada de molestia.

El corazón de Jennie se encogió al escucharla. Y terminó de romperse un poco ante la imagen de su novia.

Estaba sentada en la cama, un poco encorvada, de espaldas a la puerta. Las vértebras de su columna se marcaban a través de la camiseta que llevaba puesta. El tanque de oxígeno estaba a su lado, en el suelo, y una cánula nasal abrazaba sus mejillas, pasando sobre sus oídos, como si se tratase de anteojos. Pero lo que hizo a Jennie ahogar un sollozo fue el gorro gris cubriendo su cabeza.

"Su cabello se ha ido", pensó de inmediato.

El mayor temor de Lisa se había hecho realidad.

—Fue inevitable, el doctor dijo que lo mejor era deshacerse de él, se estaba cayendo a puños —dijo, como si hubiera leído sus pensamientos. —Las dejaré a solas —le susurró a la castaña y salió de ahí.

A Jennie le tomó más tiempo del esperado para recuperarse del shock inicial.

—¿Qué haces aquí, Jennie? —preguntó sin girarse a verla. En su lugar, se apresuró a ponerse una chamarra y cubrirse con la capucha de ésta.

—¿Cómo sabías que era yo?—.

—Tu perfume sigue siendo fuerte e inconfundible—.

—Hey... mírame —pidió con suavidad. Quería ver esos ojos que la llevaban a otro universo.

—Vete —su voz tembló, y la castaña supo que estaba a punto de quebrarse.

Se acercó a pasos lentos, subiéndose a la cama y la abrazó por detrás, sintiendo los espasmos del frágil cuerpo entre sus brazos. Lisa estaba llorando como un bebé.

—Aquí estoy, cielo —besó su nuca por encima de la ropa, cerrando los ojos— te quiero de todas las maneras posibles. Ahora más que nunca—.

Tenía que ser fuerte, por ella y por Lisa. No la dejaría acercarse al precipicio, no otra vez.

—Se fue —dijo entre sollozos— soy horrible. ¿Cómo puedes quererme así?—.

La pérdida de cabello le había causado gran inseguridad, pero Jennie se encargaría de hacerle ver que no importaba. Era un cambio físico que tenía solución, y sus sentimientos hacía ella no dependían de algo exterior.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora