XXXV.

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—¿¡Reprobaste!?—.

Tal vez no fue buena idea mostrarle sus notas a Jennie. Parecía que se echaría a llorar en cualquier momento. Después de una exhaustiva semana, los exámenes habían finalizado.

—Solo es una pequeña falla. Aun puedo salvar el año —le arrebató el examen marcado con tinta roja y lo guardó rápidamente en su mochila.

—Mi prestigio como tutora se ha ido a la basura —susurró para sí misma, pero Lisa logró escucharla.

Se sintió culpable.

La castaña había pasado toda esa semana metida en su casa, ayudándole a repasar los temas y explicándole con una paciencia imperturbable cada cosa que no entendía. Aún cuando ella debía estudiar también, prefería dedicar todo el tiempo libre a su novia.

—Escucha —se paró frente a ella y colocó ambas manos sobre sus hombros— no es tu culpa. Tiene solución —intentó animarla.

No era tonta. A pesar de estar lidiando con una enfermedad, se las había ingeniado para mantenerse al corriente en la escuela. No sería difícil aprobar un examen extraordinario.

Por supuesto, no le diría a Jennie que suspendió porque no se presentó.

Literatura era la única materia que no compartían juntas ya que su grupo estaba dividido en dos, por lo tanto, sus horarios variaban.

El día de la evaluación estaba a punto de entrar al aula, cuando un intenso mareo la detuvo, seguido de náuseas. Terminó en el baño vomitando hasta su primera papilla.

No les dio importancia a los síntomas. Seguro era efecto secundario de los medicamentos que tomaba.

Jennie apretó los labios y apartó aquellas manos de sus hombros con amabilidad.

—Tienes razón, no es mi culpa. Si necesitas ayuda llámame, nos vemos —caminó hasta la salida, sus clases habían concluido.

—JenJen, espera —intentó detenerla, pero al dar el primer paso para alcanzarla, se detuvo abruptamente, cerrando los ojos con fuerza.

—¿Qué sucede? —se acercó a toda velocidad al verla inmóvil, la expresión en su cara la alarmó— Mi amor, ¿te duele algo? ¿Quieres que llame a tu madre?—.

No respondió, sólo atinó a sujetarse la cabeza con las manos y agacharse hasta quedar de rodillas en el suelo.

Cinco segundos después, el grito que emitió llamó la atención de algunos alumnos que pasaban por ahí. Dua y Moonbyul eran algunos de ellos.

—¿Qué le pasa? —la inglesa se acercó y se arrodilló a su lado, pasando una mano por su espalda.

—N-no sé, ella estaba bien y de repente...—.

—Lis... —la llamó, pero sólo hizo que se escogiera más en su sitio, como si le molestara el mínimo ruido.

—No llores Jane, hay que sacarla de aquí —la mayor ayudó a Dua a ponerla de pie y la llevaron hasta la enfermería.

Jennie ni siquiera se había percatado de las lágrimas que mojaban sus mejillas.

La recostaron en una camilla, observando atentas cómo se cubría el rostro con los brazos.

—Llama a sus padres, no es normal que se ponga así —pidió Dua, sin separarse de su amiga.

La castaña obedeció, tomó su teléfono y le comunicó a Chitthip lo que acababa de suceder, sin omitir detalles. Al colgar, se acercó a la camilla, sentándose en la orilla.

Lisa se descubrió, abriendo los ojos y girando la cabeza para poder ver a Jennie. Aunque éste último movimiento la hizo quejarse de manera audible.

—Tranquila —posó una mano con delicadeza en su mejilla, acariciándola. —Cierra los ojos y cuenta hasta tres, el dolor desaparecerá—.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora