XLV.

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-Duerme -continuó con las caricias en su cintura, las cuales le provocaban pequeños bostezos. -Debes descansar, aquí estaré cuando despiertes -dijo, recibiendo un ligero gruñido como respuesta.

Estaban recostadas en la incómoda camilla, disfrutando de la compañía de la otra. Habían pasado la tarde entera jugando al UNO, riendo hasta que sus estómagos dolieron y discutiendo porque la más alta continuaba haciendo trampa, escondiendo las cartas.

-Oye -se incorporó de repente, dejando atrás cualquier rastro de sueño.

-¿Sí? -la confusión ante el cambio era evidente.

-¿Tus padres vendrán?-.

-Hmm -con calma tomó la muñeca de la otra y observó la hora en el reloj que siempre llevaba. -Posiblemente dentro de dos horas, todavía no terminan sus turnos de trabajo -la soltó- ¿Por qué?-.

Se mordió el labio inferior para no revelar todo lo que pensaba en ese momento.

-¿Tienes revisión médica? -insistió.

-No, la última enfermera entró a las siete, dijo que era todo por hoy -apartó algunos mechones que caían libres sobre la cara de Jennie. -¿Está todo bien? ¿Debes ir a algún lugar?-.

Negó, colocándose a horcajadas sobre ella, tomándola desprevenida.

Se inclinó hasta quedar a escasos milímetros de su rostro, engañándola al creer que sus labios chocarían, pero cambió de dirección, terminando cerca de su oreja.

-¿Lo has hecho alguna vez en un hospital?-.

Esas ocho palabras casi la hacen atragantarse con su propia saliva. Apenas entendió su significado, sintió cómo la habitación daba vueltas a su alrededor. Sólo era consciente del calor en su piel ante cada beso que Jennie depositaba por su mandíbula.

¿Desde cuándo era tan descarada?

No le importaba, le gustaba. Amaba cada faceta de esa chica, especialmente cuando parecía no poder quedarse quieta.

-N-no -logró responder, gimiendo por lo bajo cuando la otra besó y succionó en una zona específica de su cuello.

-Que suerte, yo tampoco -se separó lo suficiente para conectar miradas, regalándole una sonrisa lasciva. -Ahora tenemos algo en común para hacer por primera vez -se levantó a la velocidad de un rayo, apresurándose a cerrar la puerta de la habitación con seguro y de la misma manera regresó a su posición anterior.

Lisa no perdió tiempo y atacó su boca en un beso desesperado, mientras la sujetaba por las caderas, atrayéndola más a ella.

Sentía la adrenalina combinada con la lujuria correr por sus venas mientras se desvestían.

Alguien podría descubrirlas, ya que no eran exactamente silenciosas.

¿Y cómo serlo si tenía a Jennie masajeando con parsimonia sus senos? Resultaba una dulce tortura.

El universo debía saber que ella era la única persona que le robaba el aliento y le regresaba el mismo con un beso. Quien borraba cada inseguridad con el simple toque de sus dedos.

¿Cómo no querer gritar a los cuatro vientos que adoraba la manera en que Lisa la tocaba justo en los lugares correctos?

Era la única que deseaba para toda la vida. Aunque eso durara sólo un minuto. Entregaría su alma en cada segundo que estuviera a su lado, de tal manera que su olor quedara incrustado en su piel y su nombre quedara tatuado en su corazón.

-Te amo -acunó su rostro entre sus manos, pegando sus frentes sudorosas- no importa lo que pase mañana. Todo lo que hago es por ti, y por el amor que te tengo -dijo, tratando de convencerla y convencerse a sí misma de ello.

Finalmente se dejó llevar, disfrutando por esa noche su pedacito de paraíso en la tierra.

One, Two, I Love You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora