Capítulo 35: NO HACE GRACIA

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Estaba llegando a la parte de las taquillas. Iba a conseguir realizar por completo mi plan. Pero aún no pensaba ilusionarme.

Antes de cruzar así a lo loco. Sabía que no podía dejar huellas, ni rastro de nada. Así que me paré antes de cruzar y llegar a tocar el precinto. Lo habían puesto por seguridad y para que nadie consiguiera pasar.

Tenía que tener mucho cuidado, y cruzar sin ni siquiera rozarlo un poco. No sé si era yo, o me parecía que el precinto estaba más arriba del suelo, de lo que en realidad lo estaba.

Por suerte, era yo. Porque no me costó mucho levantar una pierna por encima del precinto sin llegar a tocar nada y con la otra pierna lo mismo. Fue más fácil y sencillo de lo que esperaba.

Me asustaba esto, de que todo estuviera siendo tan sencillo. Sentía que iba a pasar algo muy grave dentro de poco. Y de lo que no podría lograr escapar.

Notaba mis pelos de punta y un frío en mi interior. Y todo por los nervios.

No sabía qué era lo que me iba a poder encontrar, pero esperaba que no fuera lo que estaba pensando en ese mismo momento.

El recuerdo y la imagen perfecta de ese día, no se me iba a ir de la cabeza nunca. Era como si la tuviera grabada en el cerebro para siempre. Habían pasado pocos días, pero me sentía como si hubiera sido una eternidad.

La imagen me golpeó más cuando ya estuve delante de mi taquilla. Fue como revivir aquel momento, pero a cámara lenta y por diapositivas en mi mente. Me quedé inmovilizada en el sitio sin saber cómo reaccionar al estar justo allí.

—Es la hora de la verdad —pensé volviendo a la realidad y siguiendo unos pasos más hacia delante, hasta estar justo en frente de mi taquilla.

Me encontraba realmente nerviosa. Me sentía como si estuviera sacando un cadáver de su tumba. Mi corazón parecía a punto de estallar. Tuve que parar a respirar un momento para después abrir mi taquilla. Esperaba que como era mi taquilla, nadie sospechara de que hubiesen huellas mías en ella.

Por eso, no me preocupo ni lo más mínimo en abrirla y dejar mis huellas.

Una vez abierta, pude sacar algún libro que se me había quedado allí, antes de que ocurriera todo esto. No podía cambiar de sitio nada, tenía que meter cada cosa dónde estaba. Así nadie podía saber que alguien hubiese estado merodeando por las taquillas.

Estuve buscando cualquier cosa, alguna carta o alguna nota. Pero no encontré absolutamente nada. No había ninguna de las dos cosas y me estaba comenzando a asustar. Sino había nada, nunca averiguaremos si le ha matado el de los mensajes, ni tendremos ninguna pista para encontrarle. Esto se estaba poniendo muy mal.

No era muy difícil buscar cosas en mi taquilla, porque casi nunca metía nada en ella. Solo algunos libros. Por eso, estaba segura de que no había ninguna carta, o cualquier otra cosa que tuviera que ver con el de los mensajes.

Estuve quince minutos buscando y mirando muy bien. Pero no pude encontrar absolutamente nada.

Estaba todo limpio y pensaba irme dentro de poco. Cada minuto que pasaba pensaba que alguien me iba a pillar. Por eso, intenté reducir el tiempo y no estar como una hora buscando la maldita carta.

—¿Pero dónde estaba? Aquí no había nada —pensé cabreada dándole un fuerte golpe a la puerta de la taquilla.

—¡Bingo! —grité ilusionada al ver como se caía una carta al suelo.

Se ve que al darle el golpe, la carta salió de su escondite. Estaba detrás de una foto que tenía colgada en la puerta de Becket y yo.

Pues Becket tenía razón. Yo estaba empezando a pensar que no había nada y nos lo habíamos inventado nosotras. Pero no, si que había una carta.

Deja que cuide de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora