Kathy—Ya.
—¿Le has dado? —me preguntó Becket muy nerviosa.
—Para de ser tan dramática —comenté, a ver si así se tranquilizaba un poco.
Me iba a poner nerviosa hasta a mí. Y aún me preguntaba porqué teníamos que hacer estas cosas en vez de estar viviendo una vida normal.
Tenía ya dieciocho años, debería estar de fiesta con amigos, volviendo a casa borracha y despertando con resaca. Hubiese sido mucho mejor.
Pero la realidad es que le estoy amenazando a un asesino.
¿Veis ya lo pequeño que es nuestro problema? Noten el sarcasmo.
—Nos va a matar.
Y cómo no, mi amiga la dramática me animaba bastante a seguir con el plan.
Mi sarcasmo tampoco me estaba ayudando mucho.
¿En serio a mí se me había ocurrido este horrible plan?
Sabía que era mala idea. Bueno, como no va a ser mala idea amenazar a un asesino.
Me estoy imaginando al de los mensajes, entrando por la ventana de mi habitación y cortando nuestras cabezas, haciéndolas pedacitos.
Necesitaba relajarme.
Becket me estaba contagiando su negatividad.
Qué no cunda el pánico, piensa que aún no había respondido.
A quién le quería engañar, estábamos totalmente perdidas.
O no.
Todavía podía eliminar el mensaje.
Tenemos a los del FBI de nuestra parte. Dinos tu identidad y no les diremos ni una palabra. O de lo contrario, tarde o temprano irán a por ti.
Eliminar.
No, no, no, no.
Justo cuando iba a eliminar el mensaje, él ya me estaba llamando. Lo que me sorprendió porque nunca antes nos había hecho una llamada.
—¿¡Becket, qué hago!?
Ella miró mi móvil con los ojos muy abiertos. Se encontraba horrorizada.
—¡Vamos a morir! —gritó en un momento de histeria.
—¿¡Qué hago?! —volví a gritar desesperada.
Después de unos segundos reflexionando, lo dejé sonar hasta que se cortara la llamada.
Ufff, qué alivio.
Por poco me daba un infarto y a Beck un paro cardíaco.
Sentía una paz en mi interior ahora mismo. Esperaba que no nos volviese a llamar.
Pero, después de lo que le habíamos enviado, estaba claro que si nos iba a volver a llamar.
—Becket —la llamé para que me mirara—, seguro que nos vuelve a llamar, ¿qué hacemos?
Ella me miró con horror y se quedó pensativa por unos segundos.
—Vamos a tener que cogerle la llamada, ¿verdad?
—Me da a mí que sí. Si no quieres morir, claro.
—Más bien, ya estamos muertas —me dijo mucho más asustada, cuando por fin se estaba relajando un poco.
—No seas tan pesimista. Aquí ninguna de las dos va a morir —comenté intentando confiar en mis propias palabras.
—No sé cómo te pude hacer caso en algo así.
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Deja que cuide de ti
Novela Juvenil¿Qué es lo que harías si alguien totalmente desconocido cogiera las riendas de tu vida? ¿O si alguien anónimo empezara a mandarte mensajes y cartas en plan psicópata? Yo, Katherine Johnson, aún no tengo ni idea de qué hacer. Y mi mejor amiga, Becke...