Capítulo 28: POR FIN EN CASA

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Salimos las dos juntas. No sabíamos qué es lo que nos íbamos a encontrar una vez fuera. Por eso, no nos separamos ni un poco la una de la otra.

—¿Dónde estamos? —pregunté sin saber qué era este sitio.

—No lo sé, voy a mirar el GPS en mi móvil —me respondió totalmente desconcertada por este lugar.

—Buena idea —le dije queriendo estar en otro sitio menos en este.

Habíamos salido como en un callejón. Solo se veía una calle y una carretera, pero nada más.

Decidimos acercarnos más a la calle para ver que el GPS nos marcará el sitio correcto.

—No estamos lejos de mi casa, unos veinte minutos andando —me informó Becket aliviada.

Se me escapó un suspiro al decirme aquello. Estaba muy aliviada de saber que estábamos bien y cerca de casa.

—¿Por qué nos habían secuestrado? —pensé sin entender nada de lo que nos había ocurrido.

Becket pensaba que el que nos había secuestrado era el de los mensajes. ¿Pero quién era en realidad el de los mensajes? ¿Un alumno de un instituto podría secuestrar a dos personas como lo habían hecho?

Eran preguntas que me venían a la mente pero que no sabía cómo contestar. Todo esto me resultaba muy complicado de entender y me daba dolor de cabeza.

Me apresure a seguir a mi amiga. Ella era la que tenía el GPS y sabía por dónde ir. Yo la verdad no tenía ni idea de por dónde me estaba llevando. No había visto estas calles, o por lo menos no recordaba haber pasado por ellas.

—¿Falta mucho? —le pregunté impaciente por llegar.

—No, unos cinco minutos —me responde Becket mirando el GPS en su móvil.

Aparte de que había pasado mucho miedo y necesitaba llegar a mi casa o a la de Becket para sentirme por lo menos a salvo, necesitaba también leer los mensajes que me había enviado Christian.

En estos momentos, lo único que había deseado era estar a su lado. Pero tampoco me quejaba ya que no había estado sola, había estado con Becket y eso me aliviaba un montón.
Parecía que no, pero yo sola no sé cómo habría afrontado todo lo que nos acababa de pasar.

Aún no podía ni creérmelo. Que nos mandaran mensajes anónimos era una cosa, pero que nos secuestraran era algo mucho peor.

Debí haberme creído todo esto desde el principio cuando a Becket le llegó el primer mensaje. Hubiéramos descubierto más cosas antes y no estaríamos como estamos ahora. Con alguien que nos secuestra sin motivo alguno.

Era todo tan surrealista, que no me lo podía creer. En unos meses, nunca me hubiese imaginado todo esto.

Y aún seguía pensando porqué a mi o por qué a Becket. En mi cabeza ya nada tenía sentido.

—Hemos llegado —me dijo a unos metros de su casa y haciéndome despertar de mis pensamientos.

Entramos en silencio esperando que no hubiese nadie en casa. Ninguna de las dos sabía cómo explicarle a su madre dónde habíamos estado en tanto tiempo.

No sabía ni yo el tiempo que habíamos estado fuera. Pensaba que, unas horas, pero a lo mejor habíamos estado más.

Por suerte, su madre aún no estaba y la casa se encontraba totalmente vacía.

Subimos las escaleras hasta llegar al segundo piso y entrar al dormitorio de Becket. Nos sentamos en su cama realmente cansadas.

Yo todavía tenía sueño y no tenía ni idea de porqué.

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