CAPÍTULO 1

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Estoy caminando con alguien agarrado a mi mano. Alguien a quién no consigo ponerle rostro. Alguien que no sé quién es.

Camino por una calle amplia y llena de gente. Gente que viste muy diferente: mujeres con pantalones y botas y otras con faldas y tacones; hombres con sombrero y corbata, y otros con camisa y boina.

Paseo muy normal delante de toda esa gente, aún sabiendo que no es normal que la gente vaya vestida tan desigual y, en algunos casos, tan informal e ilegal.

De repente, escucho un grito detrás de mí.

Me doy media vuelta y veo a pocos metros de mí como un hombre está desafiándome con la mirada, mientras apunta a una mujer con una espada.

No consigo poder adivinar la identidad del desconocido, ni tampoco tengo ninguna idea sobre quién es aquella mujer.

Solo sé una cosa: que me aferro a la mano de la misma persona que me la lleva sosteniendo todo el camino, aunque no logre identificarlo. 

Lo miro un momento para verificar que no tengo ni la menor idea de quién es, pero el rostro se ve borroso, entonces vuelvo a mirar hacia delante, donde está el otro hombre que sigue apuntando con su espada a la mujer mientras me mira, pero ahora me está diciendo algo.

Me está hablando, pero no consigo entender nada de lo que dice.

El hombre frunce el ceño y me mira fijamente, deja de apuntar con su espada a la mujer y se coloca totalmente rígido mirándome, luego guarda la espada lentamente y yo me relajo un poco.

Pero, sin esperarlo, de repente, el hombre desenvaina con tal rapidez su espada de nuevo, que no me da tiempo a reaccionar.

Hasta que veo como su larga y afilada hoja está volando hacía mí, la cual, instantes después, queda totalmente clavada en mi pecho.

LA ROSA NEGRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora