CAPÍTULO 12

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Seguía ahí parada, en medio del vestíbulo, que cada vez estaba más vacío y silencioso. Los jóvenes me cruzaban de largo para asistir a sus clases, pero yo seguía mirando mi horario sin entender absolutamente nada.

Estaba sola, mis amigas se habían marchado hacía unos minutos a sus clases, y tampoco podía preguntarle a nadie, ya que, ni conocía a nadie ni quería parecer una idiota.

Suspiré fastidiada, luego, fruncí el ceño mirando la hoja escrita que tenía delante, sujeta con mi mano izquierda. Y, de pronto, abrí los ojos como platos por el sobresalto, cuando escuché una voz varonil hablar justo detrás de mí.

— ¿Necesitas ayuda, princesa? —dijo una voz desconocida, educadamente.

Me giré con lentitud, pensando a toda velocidad a quién podría pertenecer esa voz ronca, pero no pude conseguir descifrarlo, al menos, hasta que me di la vuelta completamente y me di cuenta de quién era después de pensármelo durante unos segundos.

— Hola —lo saludé, pensando a toda velocidad su nombre—, Kai, ¿verdad?

Alcé la mirada para poder ver sus preciosos ojos azules qué, se clavaron en los míos casi de inmediato.

— Sí —contestó él—, tú eres Brenda, ¿verdad? —preguntó, mientras acomodaba su cabello negro corto. Lo miré con atención antes de contestar, era terriblemente guapo.

— Sí —contesté algo nerviosa. No sabía muy bien qué debía decirle, no estaba acostumbrada a estar sola con jóvenes—. Encantada —extendí la mano para poder saludarlo formalmente pero, no me acordaba que sostenía con esa misma manos los libros que no me habían cabido en la mochila. Así que cayeron al suelo, causando eco en el vestíbulo vacío, excepto por nosotros dos y, supuse que Aina estaría detrás de su recepción.

Escuché como se reía un poco y lo entendí al instante; era demasiado torpe, pero lo que me sorprendió es que, no se estaba burlando de mí y mi torpeza, sino que se estaba riendo de mi pequeño gran despiste. Me lo quedé mirando, creo que era una de las primeras veces en mi vida que alguien no se burlaba de mí, y me agrado bastante, me sentí cómoda.

Al menos hasta que él y yo nos agachamos a la vez para recoger los libros. Cuando nos pusimos de pie de nuevo, Kai me miró con una sonrisa perfecta y encantadora. Luego, miró el libro que me había recogido del suelo y leyó el título que, con algo de torpeza pude leer también: "Lucha".

— ¿Te toca ahora esta clase? —me miró de nuevo.

— No lo sé —balbuceé—, no entiendo muy bien mi horario —confesé. Sonrió negando con la cabeza y extendió su mano hacia mí.

— ¿Me dejas tu horario, por favor? —preguntó amablemente y yo accedí.

Entonces, Kai comenzó a explicarme todo sobre el horario, señalando las asignaturas y las horas con paciencia, hasta que terminó y me pidió que lo siguiera, cosa que hice sin rechistar.

Me guió hasta unas escaleras que se encontraban al final del vestíbulo, justo delante de la puerta principal del edificio. Subimos los amplios y largos escalones, hasta llegar al segundo piso, giramos hacia la derecha, donde vi un montón de puertas cerradas y otras pocas con estas abiertas, en las que podía ver con claridad cómo los jóvenes estaban sentados en sus pupitres, poniendo amplia atención a sus clases.

— ¿Me vas a llevar hasta mi clase? —pregunté confusa, al ver que seguía caminando—. Llegarás tarde a la tuya —advertí, mientras intentaba ponerme a su altura, intentando seguirle el paso. Era alto y caminaba firme y decidido, pero sus amplios pasos me parecían bastante difíciles de seguir, sobre todo por mis endebles piernas.

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