Como había dicho en algún momento, mi primer día podía llegar a ser algo más desastre que anteriormente y, desgraciadamente, no me equivoqué demasiado.
Estaba mirando, aún en el aula de lucha, mi horario, siguiendo los pasos que me había indicado gentilmente Kai, aunque en ese momento, todavía me costaba un poco entenderlo correctamente. Entonces, el duquesito molesto llegó a mi lado mágicamente, quitándome el horario de entre mis manos y comenzando a mirarlo sin mucha preocupación, sobretodo, porque mis cejas enarcadas junto a mis ojos llenos de sorpresa mezclada con enfado lo miraban atentamente.
— Vaya —dijo Adonis, apartando la mirada del horario—, tenemos matemáticas juntos —me devolvió el horario con lentitud, el cual quité de su mano bruscamente. Él me miraba fijamente—. Te acompaño a clase, señorita Walton —sonrió, dando por hecho que yo aceptaría ir con él a clase.
Y, aunque no quisiera, tampoco me quedaban más opciones. No sabía dónde estaba mi aula y, no creía que mi hermano aceptara llevarme hasta ella, a no ser que él también fuera a esa clase ahora, aunque parecía que no.
— Para de flirtear con mi hermana, Adonis —dijo mi hermano de brazos cruzados, enfadado. ¿Firletar? ¿conmigo?, mi hermano se estaba volviendo un total demente.
— ¿A esto se le llama flirtear? —dije y, pocos segundos después, Kai y yo reímos del rostro serio de Adonis, el cual fulminó con la mirada al hermano de Edith, Kai.
— Ya llegamos tarde —se dirigió, de nuevo, a mí—. Venga, vámonos. No querrás llegar tarde otra vez a clase, ¿verdad? —preguntó, mientras colgaba en su hombro su mochila de cuero oscura.
Me encogí de hombros, sin saber muy bien qué decirle entonces, de un momento a otro, Adonis agarró mi mano y me sacó del aula de lucha, tirando de mí, mientras yo miraba su rostro perfilado, con los ojos como platos. No esperaba que, de nuevo, agarrara mi mano. Recordé cómo la había besado en la fiesta y mi corazón comenzó a bombear con más rapidez al sentir de nuevo su fría mano sobre la mía.
Escuché a Jir gritando mientras salía del aula hasta el pasillo, ordenándole a su amigo que me soltara, pero él lo ignoró completamente. Me reí ante la despreocupación en el rostro de Adonis, como si no le temiera a nada. Él me miraba atentamente, algo rebelde, mientras cruzábamos el pasillo corriendo para llegar a nuestra clase a tiempo.
En ese justo momento me sentí muy cómoda, por primera vez, con él o con algún muchacho del Instituto, la manera en la que su mano pálida y suave envolvía la mía con sumo cuidado causaba que esbozara una sonrisa tierna. Desde que mi madre falleció, nadie me había dado la mano de tal manera, con ese cuidado y cariño, como si nos conocieramos de mucho tiempo y, solamente, nos conocíamos hacía un miserable día.
No veía ningún rasgo que me indicara que el duquesito arrogante de "La fiesta del final del verano"estaba ahí, dándome la mano, sino que me encontraba con un Adonis totalmente distinto, amable y divertido y, sin poder evitarlo, eso me gustaba.
Esquivamos a la multitud que caminaba por el pasillo con algo de prisa y, notaba algunos ojos clavados en mí, en Adonis, en nosotros. Después de fijarme en la mirada y rostros de desagrado de algunas muchachas, deduje que estaban celosas, pero seguí corriendo con Adonis. Por una vez en la vida, me daba exactamente igual todas esas miradas juzgantes de los que me rodeaban.
Amenizamos el paso, hasta que Adonis se paró justo delante de una puerta de madera oscura y algo antigua. Nos miramos con una sonrisa agradable, intentando recuperar el aire después de haber echado una carrera por ese pasillo infinito. Segundos después Adonis abrió la puerta del aula.
Vi a unos quince alumnos, más o menos, sentados en sus pupitres. Dejaron de escribir las fórmulas matemáticas que estaban apuntadas en una larga pizarra, para observarnos a ambos, con curiosidad. Apreté los labios nerviosa; era la segunda vez que todas las miradas se quedaban clavadas en mí por llegar tarde a mis clases. Intenté no mirar a los alumnos, pero fue peor cuando mis ojos encontraron los de la profesora, que estaba en un pequeño altar, junto a la pizarra, pero había dejado de escribir para mirarnos con sus ojos marrones también.
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LA ROSA NEGRA
FantasyBrenda, una princesa guerrera, empieza su primer año de Instituto en el centro de Magia y Guerreros. Allí conocerá a sus primeros amigos, como a su primer amor, pero junto a eso también se desencadenará una continuidad de trágicos acontecimientos co...