CAPÍTULO 41

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Después de cenar y pasar un rato frente a la hoguera hablando de nada en especial, todos se marcharon a la cabaña a dormir y descansar, mientras que yo preferí quedarme delante de las chispas del fuego, que aún ardían sobre el césped limpio y verde y los trozos de madera ya chamuscados.

Un rato después, cuando aún estaba sentada en el tronco, mientras miraba a la nada y pensaba en diversas cosas a la vez, me giré después de escuchar el chirrido de la puerta de la cabaña, y vi entonces a Jir, que salía de esta y se acercaba a mí con paso decidido.

— Hola —me saludó, mientras se sentaba sobre el tronco que anteriormente había utilizado Kai, que se encontraba justo a mi lado.

— Hola —repetí seca, y seguí mirando y lanzando hierba, que arrancaba del suelo húmedo, sobre la fogata.

— ¿Quién crees que son esas mujeres? —me preguntó directamente.

— No lo sé —me encogí de hombros—, pero supongo que tienen buenas intenciones, ¿no crees? —pregunté, dudosa.

Él negó con la cabeza.

— No lo sé, aún no me fio —dijo él y, segundos después, levanté la cabeza para mirarle a los ojos; los ojos azules tan peligrosos e impredecibles de mi hermano.

— Yo tampoco —contesté cansada. Solo me apetecía volver a la casa de la colina y descansar. Solo quería que todo volviera a la normalidad, pero sin embargo, ordené medianamente bien el caos de mi cabeza y pregunté—: ¿cómo está Alissa?

Había visto a mi hermana durante la cena, pero no parecía muy animada. De hecho, parecía sumergida en sus propios pensamientos desde que entramos a su habitación hacía ya unas cuantas horas.

— Mal, creo que tiene un trauma por lo que papá le ha hecho durante estas semanas, pero ahora está descansando —me contestó, claramente preocupado.

Yo no pude contestarle, el eco aún me perseguía: por mi culpa.

Por mi culpa, repetía esa voz interna una y otra vez.

De un momento a otro, el eco se evadió, haciendo que me extrañara que aquella voz siniestra y amargada me dejara de repente, sin siquiera haberme quejado lo suficiente.

Noté como el cielo se iluminaba y miré hacia él con el ceño fruncido. De nuevo el cielo se iluminó. Parecía un relámpago, pero gracias a mi pequeña experiencia con esas cuatro mujeres y su entrada excepcional en la mansión con magia espectacular, algo me decía que no lo era.

Me di cuenta de que Jir se había levantado del tronco de al lado cuando me agarró del brazo rápidamente y tiró de mí para que me levantara, haciendo que me tropezara sobre el mismo tronco en el que estaba sentada hacía un momento.

Continuó tirando de mí mientras corría, hasta que llegamos a la cabaña, donde me metió con rapidez.

Cuando entramos, tuve la oportunidad de ver el interior de la cabaña por primera vez. Vi como las brujas se preparaban con escudos y varitas sobre sus manos, como Edith y Kai agarraban espadas al igual que mi hermano.

Y, seguidamente, las brujas gemelas les ofrecieron a Alaric, Agnes, Blaise y Angela varitas, que ellos aceptaron con algo de miedo mezclado con nerviosismo y excitación.

Aunque mis amigos anteriormente iban armados con sus varitas, cuando Abyssus y sus demás secuaces los encerraron en el sótano, les quitaron las varitas de sus poderes.

A Jir y a mí, en cambio, no nos quitaron las armas blancas porque sabían bien nuestros movimientos y, además, tanto nosotros, como los guardias éramos guerreros, pero como mis amigos eran magos y brujas, probablemente les arrebataron sus armas por pura cobardía.

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