CAPÍTULO 59

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Angela, Alissa, Blaise, Ada, Aina y yo salimos corriendo, perdidos entre los árboles. Aunque gracias a Alaric y su buen sentido para poder ubicarse fácilmente, encontramos la orilla del mar.

¿Zenda era una isla? Sabía que Zenda era otro reino diferente que el de Utopía, pero no no era consciente ni de lejos de que fuera otra isla totalmente diferente.

Fue en ese momento en el que me di cuenta de que no nos encontrábamos en nuestro país, Utopía, sino que estábamos en otro lugar más lejos y, era por esa misma razón que, siempre nos habíamos teletransportado para ir de un lugar a otro.

El olor a sal y pino y el sonido de las olas romper contra la húmeda y oscura orilla manchada por pequeñas ramas que habían caído de los árboles por el viento, hacía que me relajara.

Nosotros nos encontrábamos de pie, entre el bosque y la orilla del mar, la cual pronto daba a los árboles de la entrada al bosque. Había ido más de una vez a la playa de Utopía, cuando mi madre vivía, pero después de su muerte, muchas cosas cambiaron.

Me apetecía sentarme frente a la orilla, aunque hiciera frío y las olas cada vez fueran más oscuras por el reflejo sin luz que causaban las nubes. Creo que me hubiera gustado poder contemplar aquellas fantásticas vistas al Mar de Brujas, es decir, el mar que pertenecía al territorio de Zenda, pero no tardé en apartar esa idea maravillosa idea de la cabeza, porque Aina tocó mi hombro con delicadeza, haciéndome mirarla y luego seguir su vista, que iba directa a mi lado izquierdo.

Lo que vi, causó un escalofrío que recorrió todo mi ser con pánico. Podía ver perfectamente cómo dos barcos gigantes estaban atracados a un lado de la orilla arbolada, y luego, pude observar algo que hizo que mi corazón  acelerara demasiado.

Vi de reojo como mi hermana, sorprendentemente, se acercaba a mi rápidamente y se aferraba a mi brazo con fuerza, mientras me susurraba con piedad:

— Haz algo, por los Dioses —me rogó entre murmullos y lágrimas.

No miré a Alissa, no porque no quisiera, sino porque era incapaz de apartar mi mirada esmeralda de lo que tenía delante de mí.

Unas cuantas lágrimas resbalaron por mis mejillas, sin poder siquiera contenerlas, pero me las quité con rapidez cuando, finalmente, pude reaccionar.

Dos soldados rapados completamente, salían del bosque mientras sujetaban por las axilas a mi hermano, que estaba repleto de sangre, la cual caía por varias zonas de su cuerpo musculoso. Por lo que podía observar, Jir era incapaz de dar un solo paso.

Abrí los ojos como platos mientras sentía como Alissa hundía cada vez más sus uñas a mi bíceps. Escuchamos como alguien detrás de todos nosotros desenvainaba un arma blanca, y no podíamos ser ninguno de nosotros porque ninguno llevaba ninguna arma.

— Quietos —nos advirtió una voz varonil detrás de nosotros.

— ¿Vairon? —preguntó  con rapidez y con un hilo de voz mi hermana.

— ¿Alissa? —preguntó él y, está vez, sí que reconocí su voz.

Rápidamente nos giramos. El hermano de Alice envainó ágilmente su espada y nos miró con cariño y alegría. Como Alice, él también era muy buen amigo mío, pero siempre se había llevado mejor con Jir, deduje que era porque los dos eran igual de serios y antipáticos, aunque al menos Vairon, nos habíamos tratado muy bien siempre, no como Jir, que tuve que aguantar hasta el día de su muerte para poder recibir una sonrisa sincera de él.

— ¿Se puede saber que estáis haciendo aquí? —nos preguntó él con enfado, por nuestra despreocupación ante estar ahí de pie, mirando aquella escena hacía unos segundos atrás.

— Venimos a rescatar a Jir y, ¿tú qué haces aquí? —pregunté con curiosidad. Vairon paseó su mirada marrón con rabia en los ojos, y después de suspirar, habló.

— Tú padre mandó que llevarán a Jir a una campaña —comenzó a explicarnos él con la mirada perdida—, cuando lo hicieron, me llamaron, me hicieron atarle con cuerdas gruesas las manos y los pies en una silla de madera. Yo no quería hacerlo, pero no me quedaba otro remedio, los soldados estaban amenazándome con matarme.

» Luego llegó tu padre y, mientras a mí me hacían esperar en un rincón de la tienda de campaña —apretó sus finos labios con furia—, él pegaba a tu hermano mientras lo interrogaba sobre algo que yo no entendí. pero que tampoco le puse la más mínima atención, sólo me concentraba en pensar en otra cosa para no abalanzarme sobre algún soldado y pegarle una paliza.

» Pero cuando no pude aguantar más, salí corriendo de la tienda de campaña, huyendo de ahí, dejando a tu hermano solo con ellos, y lo siento demasiado, pero no podía soportar ver cómo le pegaban una paliza mientras él no se quejaba ni decía absolutamente nada y, yo tampoco podía hacer nada para impedir que aquello sucediera.

» Así que, salí corriendo, abandonando a Jir y a mi hermana, que estaba por ahí fuera entre los soldados. Y me he encontrado con vosotros, pensando que erais unos intrusos.

Me quedé unos segundos mirando a Vairon con atención, su mirada perdida derramaba rabia y miedo. Él y mi hermano siempre se habían llevado genial. Cómo si fueran hermanos. Y entendí perfectamente el dolor que estaba soportando en ese momento después de haber visto lo que le hacían a mi hermano y, aún así, ser incapaz de ayudarle.

Al ver su rostro cada vez más arrepentido por lo que había hecho, me acerqué a él y alcé mi mano para, seguidamente, colocarla sobre su hombro

— Tranquilo, lo vamos a sacar de ahí —le prometí segura de mis palabras, aunque en el fondo, no sabía si un grupo de jóvenes como nosotros, seríamos capaces de enfrentarnos a un ejército entero y a mi propio padre y, encima, rescatar a mi hermano.

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