Bajábamos la calle agarrados de la mano, mientras podía observar cómo la gente paseaba por aquellas anchas calles que, a cada lado, tenían un montón de tiendas de todo tipo. En ese lugar se podía hallar hasta la tienda más barata hasta la más cara.
Comencemos a charlar sobre nuestras vidas. Él, por alguna razón, quiso contarme que era hijo único y que su padre, al igual que su madre, lo quería mucho, pero a ella la veía mucho menos porque, al parecer, Adonis viajaba mucho en ese entonces, a distintos lugares, acompañado de su padre.
Se iban de casa durante semanas para poder hacer algo que, verdaderamente, me dejó asombrada. Mi tío, el duque de Lawton, llevaba a Adonis a pequeñas luchas ilegales, cosa que no esperaba en absoluto.
Cómo duque, pensaba que mi tío, como mi padre u otro aristócrata cualquiera, asistía a luchas ilegales pero porque estás eran las encargadas de divertir a nuestra clase social, y que además eran supervisadas por pequeños jurados para ganar dinero fácil, apostando.
Así que, no, no esperaba para nada que mi tío llevara a su hijo a participar en tales cosas ilegales y peligrosas y para nada relacionadas de esa manera por sus estamentos sociales. Es decir, podía esperar que mi tio, como otra persona cualquiera, llevaara a su hijo a divertirse observando aquellas luchas, pero ni demente me podría haber imaginado que quién participaba en esas luchas también fuera él.
Después de contármelo, me hizo prometerle que no le diría a nadie, jamás, lo que acababa de contarme. Yo sé lo prometí, como buena guardiana de secretos, pero lo que no entendí era porqué me contaba aquello si se suponía que nadie podía saberlo.
— ¿Por qué me lo has contado? —pregunté—, se supone que es un secreto familiar, ¿no? —lancé otra pregunta, mientras observaba cómo Adonis me guiaba por un callejón vacío.
No me quejé en ningún momento por dónde me llevaba, solo dejaba que me guiara. Con confianza, como si estuviera acostumbrada a que me llevara a lugares desconocidos, como si nos conociéramos desde siempre.
— Sí —asintió él—, es un secreto familiar, pero noto que puedo confiar en ti —me miró de reojo.
Me quedé en silencio durante unos segundos, pensando en aquello que acababa de decirme. Él confiaba en mí. Eso me hizo casi emocionarme, creo que en ese momento, nadie confiaba tanto en mí como para contarme algún secreto de alta importancia. No era algún cotilleo que se pudiera contar a cualquiera, Adonis debía de haberse asegurado bien de que podía confiar en mí como para poder contarme aquel secreto tan ilegal y peligroso.
Entonces, pensé en que si él había confiado en mí como para contarme aquello, yo también podría confiar en él para contar mi dilema con la prueba de magia.
Di por hecho que él, como todo el resto de las personas que habían hecho su prueba de magia, había notado aquel escalofrío, aquella sensación, aquel buen gusto que me hacía querer sujetar de nuevo una varita para poder sentirlo de nuevo, pero ¿y si no era así?, ¿y si en realidad no era normal aquello que me había ocurrido?
Adonis era un completo luchador, así que se suponía que ya había pasado con éxito su prueba de magia. Al final, me aventuré a hablar. Él había confiado en mí, no había nada de malo si yo también lo hacía, ¿verdad?
— ¿Qué sentiste cuándo hiciste la prueba de magia? —pregunté y él me miró extrañado.
— Lo siento, pero no entiendo tu pregunta —dijo él frunciendo el ceño—, ¿qué se supone que hay que sentir? —preguntó, claramente confundido, pero antes que le pudiera contestar, me interrumpió—. ¿Te apetece tomar algo?
Cuando salimos del pequeño callejón, pude ver como en la misma esquina de este había un viejo y descuidado bar. Me encogí de hombros ante su pregunta, no tenía muchas ganas de tomar nada, pero él pareció no darse cuenta de eso.
ESTÁS LEYENDO
LA ROSA NEGRA
FantasyBrenda, una princesa guerrera, empieza su primer año de Instituto en el centro de Magia y Guerreros. Allí conocerá a sus primeros amigos, como a su primer amor, pero junto a eso también se desencadenará una continuidad de trágicos acontecimientos co...