CAPÍTULO 47

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No podía creer dónde nos encontrábamos. Alison nos había transportado a todos en cuestión de segundos, de Zenda hasta el Instituto de Magia y Guerreros.

No sabía dónde se encontraba el pueblo de las brujas, pero sí recordaba que para ir hasta allí, hacía ya un par de semanas, Alison nos había transportado, igual que ahora. Así que, o ese pueblo, era tan secreto que no querían que mis amigos y yo supiéramos dónde se hallaba, o el pueblo estaba tan lejos que no quedaba otro remedio que utilizar la poderosa magia de la bruja de ojos verdes, Alison.

— ¡De prisa! —nos gritó Alison.

— ¡Eh, espera! —gritó también Alaric al ver como Alison caminaba deprisa y se adentraba cada vez más en el pequeño bosque, iluminado por el sol de mediodía.

— ¿Sí? —la bruja se giró para mirar a mi amigo.

— ¿A dónde se supone que vamos? —preguntó mi amigo mago de ojos verdes.

— ¿Y por qué tanta prisa? —soltó otra pregunta Blaise. Se podía notar la desconfianza en sus palabras.

— No hay tiempo ahora, tenemos que llegar hasta...  —comenzó a decir Alison.

— No nos moveremos hasta que nos lo cuentes todo —la interrumpió Agnes.

Alison suspiró cansada y se giró, dejando de caminar, para alternar su mirada verde entre nosotros y el bosque que daba a las calles de Alley Street. Al final, Alison se decidió y miró fijamente a Agnes mientras le contestaba:

— La reina de Liliput está comenzando a atacar nuestro pueblo y a este Instituto, solamente para encontrarte a ti —apartó la mirada de Agnes para fijarla en mí, señalándome con su dedo índice.

— ¿A mi? —tartamudeé un poco por el asombro y la pizca de miedo que me causaba que, finalmente mi hipótesis fuera correcta y Briana me estuviera buscando, para saber qué hacerme.

— Sí, te quiere a ti. Y por esa razón hemos venido aquí: ella seguramente espere que estés escondida en  Zenda. Además, hay demasiados jóvenes en peligro en este lugar, y tenemos que salvar a los que podamos para que no mueran en manos de ese horrible y asqueroso pueblo —explicó Alison.

Seguidamente hubo un silencio aterrador entre nosotros.

Estábamos, o al menos yo, asimilando todo lo que me acababa de decir aquella bruja alta y de cabello negro desordenado y precioso.

— Bien, entonces vayamos a ayudar a las personas que estudian y trabajan en este lugar —animó Alisa, tan solidaria como siempre.

Mi hermana Alisa, era muy buena. Y, pienso que por esa razón, creo que se había hecho tan buena amiga de Angela.

Sin embargo, hacía un par de días que no veía a ninguno de mis amigos, ni siquiera a mi hermana, así que no sabía cómo se encontraba ante todo lo que había estado sucediendo ese mismo día y las anteriores semanas.

No obstante, físicamente estaba muchísimo mejor. Parecía haber recuperado algo del peso perdido y su rostro ya no era tan seco al igual que su abdomen. Ahora estaba como siempre: con el rostro reluciente y fresco; sus mejillas rosadas y abultadas y su abdomen perfectamente, ya no se le notaban las costillas.

Me di cuenta de que ya no se le notaban las costillas cuando vi como levantaba una de sus delicadas manos para poder agarrar una manzana que había en uno de los manzanos que nos rodeaban.

Ella también había dejado de utilizar aquellos molestos vestidos y, a diferencia, prefirió usar algo con lo que también se sintiera cómoda: una camiseta holgada y una falda larga hasta los pies.

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