CAPÍTULO 60

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Tal y como habíamos discutido hacía unos segundos, nos separamos.

Algunos de nosotros fuimos por el interior del bosque hacia donde se encontraban los soldados y mi hermano, y otros fueron por otro camino del bosque para poder atrapar a los soldados desprevenidos y, así, atacarles mejor.

Alice, Alissa, Agnes, Blaise, Ada y yo caminábamos por entre los árboles oscuros por el mal tiempo que hacía, mientras manteníamos una conversación bastante aburrida, hasta que Alice se colocó junto a mí y comenzó a hablarme.

— Siento haberte dicho de esas maneras lo de la rosa negra. No es mi intención obligarte a hacer nada que tu no quieras, pero tu padre no es  bueno, Brenda, y sino haces nada, ni tú ni nadie, él no parará de hacer lo que le venga en gana.

— Tranquila Alice, sé que quieres protegernos, y te lo agradezco —le sonreí.

— Por cierto —murmuró Alice, después de un rato en silencio—, Adonis me parece un  poco idiota, pero se nota que te quiere. Así que, no tengo otro remedio que aceptarlo, ¿verdad? —me preguntó con una sonrisa burlona.

— Verdad —reí—. Es demasiado bueno conmigo —le informé—. Demasiado protector —susurré con una sonrisa inconsciente.

Recordé los momentos en los que me había enfadado con Adonis por su exagerada protección conmigo, pero en el fondo se me hacía imposible cabrearme con él, era demasiado tierno y gracioso cuando me enfadaba para que le perdonara de seguida.

Continuamos caminando con precaución. Miraba hacia la orilla. O más bien la vigilaba, intentando ver a los soldados o a Jir, pero estábamos demasiado lejos para poder ver algo: los árboles del bosque nos tapaban todas las posibles vistas, y eso hacía enloquecerme en silencio.

— Y, ¿cuál es el plan exactamente? —preguntó Ada con indiferencia.

— Tú camina y calla, cuando lleguemos a dónde tenemos planeado llegar, ya te informaremos de lo que tienes que hacer —le contestó Agnes, que iba concentrada en nuestro camino.

En pocos minutos llegamos hasta una tienda de campaña, en la que según Alice, era donde tenían a Jir hacía un rato, y donde Vairon tuvo que soportar ver cómo le pegaban a mi hermano, hasta que salió corriendo.

— ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Alissa.

— Esperar a que los otros ataquen primero —contestó Blaise, refiriéndose a nuestro otro grupo de amigos, ya que, nos habíamos dividido para poder atacar mejor—. Esa es la única señal que tenemos para poder ir a salvar a Jir —informó Blaise mientras desenvainaba su varita de un color azul oscuro y miraba a su alrededor.

Nos escondimos detrás de los árboles, para que ningún soldado nos viera.

Esperamos unos segundos hasta que pudimos ver cómo Angela, Edith, Aina, Adonis, Kai, Vairon y Alaric, al otro lado, comenzaban a acercarse sigilosamente a los soldados que estaban mirando hacia dónde nos encontrábamos nosotros, es decir, hacia el extenso bosque.

Sin embargo, les era imposible vernos: los brutales árboles nos tapaban a la perfección y, además, los ojos de los pocos soldados que quedaban en ese lugar y que no habían ido a luchar contra Zenda en la guerra que había iniciado hacía unos minutos, vigilaban con concentración a Jir, que se movía con ganas a pesar de la poca fuerza que le quedaba por la paliza, para poder liberarse pero no conseguía ni que los palos a los que estaba atado se movieran un centímetro.

De pronto, antes de que mis amigos se pudieran acercar lo suficiente para atacar a los soldados, mi padre apareció en medio de estos, a partir de la magia. Pero no apareció él sólo en medio de aquel lugar. Iba acompañado. Obviamente de alguien que tenía magia y podía teletransporse.

— ¿Qué mierda es esto? —dijo Blaise, atónito, mientras miraba con atención lo que acababa de aparecer delante de nosotros, cerca de Jir, el cual levantó su mirada del suelo y comenzó a moverse con furia, intentando liberarse, pero, de nuevo, era imposible.

Briana, la reina de Liliput, acababa de aparecer en medio de esa orilla, junto a mi padre y uno de sus enanos, el cual era quién poseía aquella magia con la que pudieron llegar ahí en medio de repente.

Mi boca estaba abierta de la sorpresa.

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