CAPÍTULO 58

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No tardamos mucho en encontrar unas pequeñas tiendas de campaña verdes, pertenecientes a los soldados, que se camuflaban perfectamente con el bosque extenso y vivo, excepto por la luz del sol que tapaban las nubes oscuras y grandes.

Lo que no llegaba a comprender es cómo permitían las brujas de Zenda que mi padre y su ejército se implantara en sus tierras, esperando el momento exacto para causar la guerra para destruirlas, y ellas no hacían nada ¿O es qué Diana tenía algo preparado para impedirlo?

Caminábamos con cautela, silenciosos, entre los árboles fríos y oscuros, esperando a que nadie descubriera que estábamos por ahí, siguiendo a mi padre y a mi hermano.

Era consciente ahora de que la batalla final, que tantos malos ratos me había hecho pasar, había acabado para siempre, pero también sabía que esa misma batalla había dejado restos de su lucha en el nombre de los Walton. Mi hermano estaba en peligro de muerte.

Miré hacia arriba un momento, tranquilizandome de todo lo que estaba pasando ahora en mi vida, respirando el gélido aire que me rodeaba. El cielo que esa mañana tenía un color azul intenso, ahora se había teñido de un color gris plomizo, las nubes oscuras estaban muy uniformes, causando que el sol se fuera tapando poco a poco.

El lugar donde tenían la base los soldados, era pequeño y cálido. Las campañas y sacos de dormir, que se encontraban tirados en el suelo, se extendían por el bosque, haciendo que no pudiera saber, exactamente, cuántos soldados se encontraban instalados en los territorios de las brujas, pero parecía que había unos cientos de ellos.

Sus tiendas de campaña estaban separadas entre ellas. El bosque no les dejaba mucho espacio para que las tiendas estuvieran demasiado cerca por los árboles, pero creo que tampoco querían estar tan cerca unos de otros.

Conociendo a mi padre, seguramente, hubiera ordenado separar las tiendas de campaña para tener mejor vigilancia en toda Zenda y, así, poder controlar bien el pueblo poderoso de las brujas.

Escuché unos pasos entre unos cuantos árboles más adelante y me escondí rápidamente detrás de un cerezo enorme que tenía al lado.

Mis manos se apoyaron en la húmeda corteza marrón del árbol y mi cabeza se asomó disimuladamente por un lado del tronco, para poder ver que sucedía al otro lado, mientras que también veía a mis amigos esconderse detrás de otros árboles que estaban a mi lado, un poco más atrás y otros  adelante.

Un hombre de pelo perfectamente rapado, que reconocí como uno de los soldados de mi padre por la armadura blanca, llegó a la pequeña especie de base de entre los árboles, que llegaba de no sabía dónde.

Pude ver desde donde me encontraba cómo llevaba una liebre muerta colgando de su mano. Gracias a las clases de fauna que Angela y Alaric nos daban de vez en cuando a los demás y a mí, y las discusiones que solían tener ellos y Edith y Kai sobre ese mismo tema, había aprendido demasiado sobre la naturaleza y sus animales.

Escondí rápidamente mi cabeza detrás del árbol cuando el hombre de mediana estatura se giró y miró a su alrededor. Al ser delgada y el árbol donde me escondía era ancho, sabía que aquel hombre no me vería. Me di la vuelta silenciosamente, haciendo que mi espalda quedara pegada al tronco oscuro del árbol.

Intenté reír en silencio cuando vi el panorama en el que nos encontrábamos: delante de mí tenía otro árbol igual que el mío, en el cual, por un lado se asomaba el hombro de Blaise.

Supe que era  él, por su altura y porque Kai se encontraba en un árbol junto al mío, a la derecha, a unos cuantos metros de distancia, como Adonis, pero él estaba a mi izquierda. Y Alaric, era el que se encontraba más cerca del soldado, porque estaba escondido detrás de un árbol que se situaba delante del de Kai.

Por otro lado, Edith y Agnes, estaban detrás de otro árbol que, ahora, yo tenía delante, a un lado. Pero a Angela, Alissa, Ada y Aina no las vi, así que, deduje que, tal vez, estarían escondidas con nuestro amigo Blaise en ese mismo árbol y que, por esa razón, él no cabía del todo.

Esperamos unos minutos inmóviles detrás de nuestros respectivos árboles fríos y vacíos por el invierno. Aquel soldado, según Alaric y Kai, que no paraban de vigilarlo, no se movía de allí, así que, me giré de nuevo, dispuesta a ver lo que estaba haciendo aquel soldado.

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