CAPÍTULO 18

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Para mí suerte, al final no tuve que dar demasiadas vueltas por el extenso pasillo con puertas a aulas a la derecha, ya que encontré rápidamente mi aula de hechizos. Justo en el centro de todo el largo pasillo, delante de las escaleras, como si fuera el aula más importante del pasillo.

Cuando llegué, vi que varios alumnos estaban entrando también al mismo tiempo que yo, así que me relajé al darme cuenta de que esa vez no llegaba muy mal de tiempo.

Al entrar al aula, vi a Edith y Angela. Ambas estaban conversando tranquilamente, sentadas en pupitres separados individualmente, así que caminé decidida hacia ellas, aprovechando que no había rastro de la profesora. Aún no había llegado.

— Hola chicas —las saludé a ambas ya que no conocía a nadie más.

Me senté justo detrás de Angela, al lado del pasillo que dejaba un espacio entre los pupitres para otro pasillo lleno de más pupitres y, al lado de esos, la puerta del aula. Dejé mi mochila de cuero en el suelo, junto a mi silla.

— ¡Brenda! —sonrieron ambas.

— No sabía que asistíamos juntas a esta asignatura —confesé.

— Oh, pues sí —dijo con emoción Edith—. Estoy segura de que nos lo pasaremos genial —me aseguró—, en esta asignatura descubriremos si poseemos algún poder mágico —me informó, pero fue interrumpida antes de acabar de hablar.

— Y las brujas aprenderán hechizos —añadió Angela con entusiasmo, señaladnose a sí misma.

Un nudo se formó en mi garganta por los nervios. Nunca había tocado una varita, ni si quiera la de mi hermana, y hacer la prueba de magia era algo de lo que mi padre nos había interrogado muchas veces esos últimos años.

En realidad, sabía que no tenía ningún tipo de poder porque mi padre me lo había informado, pero aún así no llegaba a comprender la presión que nos hacía pasar él a mi hermano y a mí sí ya sabía que no teníamos absolutamente nada de poder. Así que sí, estaba aterrada por lo que pudiera suceder en esa clase.

— Yo no tengo ningún poder —les dije.

Al ser pequeños, en nuestro mundo se hacía una pequeña prueba de magia, comúnmente se realizaba a los seis años, y es ahí, en esa prueba, donde se demuestra si esa criatura tiene poderes mágicos o no, más que nada para poder comenzar a entrenarlo para la batalla final y, después, cuando se entra en el Instituto se hace la prueba de magia definitivamente, aquella que deja claro si se es una bruja o mago o, si por lo contrario, se es una guerrera o un guerrero.

Normalmente, se les hace la prueba de magia a los guerreros y guerreras, ya que, la gente como Angela y Agnes, que habían hecho su prueba hacía muchos años como yo, había descubierto que eran brujas, así que, esa prueba estaba únicamente centrada en los luchadores, por si acaso en la primera prueba de magia podría haber ocurrido algún error y alguna persona poseía magia y no lo sabía.

— Que pena —dijo una voz femenina, burlándose de mí obviamente, a mi lado izquierdo, pero algo lejos de mí, estaba justo en medio de la puerta, impidiendo el paso de algunos alumnos que querían entrar pero no se atrevían a dirigirle la palabra a la bruja.

Me giré y vi a Agnes, que acababa de llegar al aula, la falta de gente en la clase hacía que su comentario hubiera llegado a mis oídos a la perfección. La miré sin reprimir una mueca de desagrado que se notó bastante que ella no esperaba y, después vi como una mano se posaba en su hombro, haciendo que los muchachos que querían entrar al aula se apartaran para dejar hablar a la mujer.

— Señorita —habló la mujer joven y bella sin dejar de tocarle el hombro a Agnes—, siéntese o salga de mi clase inmediatamente —le ordenó, la misma que estaba justo detrás de ella.

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