Después de salir de la emoción de visitar a la reina, tardaron unos minutos en poder convencerme para ir a verla. Estaba totalmente cegada en ir a parar a Adonis a lo que sea que fuera a hacerle a su padre, pero consiguieron detenerme.
No había rastro de Adonis y ni tío cuando las brujas comenzaron a caminar calle arriba hacia una especie de castillo, que desde donde me encontraba se veía bastante pequeño.
En un momento dado, Alison comenzó a caminar también y, en ese momento, dese donde me hallaba parada, pude ver la sangre perteneciente al muslo del padre de Adonis. La sangre arrastrada por la calle hacia un camino calle arriba.
Seguía sin ubicar a Adonis. No tenía ni la menor idea de dónde se podría encontrar, pero necesitaba pararlo, aunque también era consciente de que no podría hacerlo si tenía a las guardias de Zenda a mi alrededor, esperándome para guiarme hasta la reina.
Al final tuve que admitir que en ese momento no podría hacer nada y me giré. Vi a seis brujas. Tres de ellas me miraban a mi, las otras cuatro estaban pendiente de la mujer pelirroja, que mi tío había estado amenazando hacía unos minutos con una espada.
La mujer obesa y de ojos azules lloraba sin cesar, mientras las cuatro brujas intentaban calmarla, cosa que les era imposible. Aquella mujer estaba aterrada, las lágrimas le corrían por las mejillas y luego resbalaban por su cuello pálido.
Miré a mi alrededor.
Me di cuenta de que habían más brujas guardianas, ya que todas iban vestidas iguales y con el uniforme reglamentario.
Adonis me había explicado cómo era el traje de las guardias para poder detectarlas, aunque tampoco era muy difícil: vestimenta completamente negra, con armadura, aunque no hubiese guerra, ni problemas, ni incluso amenazas, pero ellas siempre iban preparadas para todo lo que pudiera pasar, y por esa razón siempre iban armadas.
Aunque no llegaba a entender entonces porqué no habían estado preparadas para parar al duque de Lawton, es decir, a mi tío y el padre de Adonis.
Parecían un poco perdidas y confusas, como si no supieran qué hacer muy bien ante la situación tan dura entre padre e hijo.
La gente caminaba hacia sus casas, obligados por las guardias reales, dejando atrás la plaza donde nos encontrábamos, e intentando no pisar la sangre incrustada en el suelo del pueblo que había dejado mi tío al ser arrastrado por mi compañero.Volví a mirar a la mujer que lloraba sin cesar y con miedo, pero ahora, me encontré con su mirada azul como el cielo. Al cruzar las miradas, rápidamente, ella se acercó a mí, ignorando a las guardias y agarrando mis manos bruscamente y temblando.
— Pensaba que moriría. Lo siento mucho, de verdad. Perdóname, te lo imploro, por favor, perdóname. Haz que mi diosa me perdone, por favor —me rogó.
Yo miré a Alison y a sus compañeras con total confusión. Ellas no dijeron nada, solo miraron con expectación, esperando una respuesta de mi parte.
— ¿Por qué te tendría que perdonar? Soy yo a la que ese hombre buscaba. Por mi culpa casi te mata —le dije agarrándola también de las manos con fuerza.
— No, no —dijo la mujer mientras movía su cabeza desesperadamente—. Yo paseaba por la plaza y hablaba con unas vecinas —comenzó a recordar, con angustia—, entonces os vi. A Adonis y a ti. Pasasteis por mi lado y pude ver como ibais tan alegremente charlando.
» Después, ese señor —dijo, refiriéndose al padre de Adonis. Pude ver el terror en su rostro paliducho—, se acercó amenazantemente a mi y me preguntó si sabía dónde estabas tú —explicó. La miré con curiosidad.
» Y lo siento —comenzó a llorar de nuevo—. Se lo tuve que decir, estaba... —miró al cielo, como si estuviera rezando en silencio— aterrorizada. Siento haberte expuesto a la muerte, querida. Yo no quería, de verdad... —puse una mano en su hombro para intentar tranquilizarla y hablé.
— Tranquila, no debes sentirte culpable por salvar tu propia vida —le sonreí de medio lado—. Estás más que perdonada —dije y la mujer me abrazó, cosa que me pilló desprevenida, pero se lo devolví.
Después de unos pocos segundos, la mujer se marchó con un par de guardias, y yo me quedé con Allison y otras brujas más.
— Pobre Carisa —escuché decir a Alison mientras miraba marcharse a la pelirroja—. Siempre ha sido muy miedosa, pero es muy buena persona, como su hermana Ania. Ella solo quería que la perdonaras por traicionar tu vida, para que la diosa Taahira la pudiera perdonar también —me explicó, clavando sus ojos verdes en los míos.
Poco después, comenzamos a caminar calle arriba. Me mantuve en silencio junto a Alison. Había unas cuantas brujas más, pero ellas iban a nuestras espaldas, vigilándolo todo.
Me giré un par de veces a mirar el rastro de sangre de mi tío, esperando a que Adonis apareciera por ahí y poder hablar con él de su actitud.
Pero no sucedió.
— Por mucho que mires esa sangre esparcida por la plaza, Adonis no aparecerá —me dijo Alison, sonriéndome burlonamente, quitándome la poca esperanza que tenía.
Me mordí la lengua para no contestarle bruscamente por el comentario burlón que me acababa de decir, y le hablé, conteniendome.
— Gracias por haber salvado la vida de mi hermano —agradecí, cambiando radicalmente el tema de conversación.
— Tranquila, no me causó ninguna molestia —me contestó Alison, hablándome un poco arrogante.
— No, tranquila no —le dije mientras me sumergía en los recuerdos de aquel día.
Recordé el momento en el que a mi hermano lo atacaban con magia y un hechizo atravesaba su pecho. Tuve que cerrar los ojos con fuerza un instante para hacer desaparecer aquella escena temible.
Me sentí culpable de nuevo mientras hablaba. Y oí de nuevo al eco: Mi culpa. Intenté ignorar el comentario que mi cabeza me mandaba repetidamente, por mucho que me costara.
— Lo que ocurrió fue por mi culpa, por no darme cuenta antes de que mis sueños me avisaban de lo que pasaría más adelante en mi vida, para protegerme —solté con rapidez.
- ¿Qué? ¿Tienes sueños que se hacen realidad? ¿Has soñado con la guerra? —me preguntó con las cejas arqueadas.
Le notaba el entusiasmo y la curiosidad en la última de sus preguntas. Y yo, por otro lado, me arrepentí un poco de haber hablado sin pensar.
Aunque no creía que fuera muy peligroso contárselo a ella. Deduje que, después de todo lo que habíamos pasado, aunque fuera en muy poco tiempo, se podía decir que confiaba en la lealtad que poseía.
— No... no lo sé —contesté—. Solo sé que ya había soñado hacía tiempo lo que pasó en El bosque del laberinto y... —alargué la última palabra, perdida en mis recuerdos de lo que había sucedido hacía unos minutos.
— ¿Y...? —me imitó ella para que continuara hablando.
— Y —suspiré— lo que acaba de pasar con el padre de Adonis también lo soñé, pero esta vez no acabó exactamente como mi sueño —le expliqué.
— ¿Y cómo acaba tu sueño? —me preguntó con curiosidad mientras subíamos una cuesta hacia lo que parecía un castillo enorme hecho de piedra.
- Conmigo muerta... —solté seriamente—. Al final del sueño, el padre de Adonis me clavaba su espada en el pecho —informé y ella me miró con las cejas arqueadas de nuevo—. Pero no sé cómo —dije, aún incrédula— una luz ha salido de mi manos, como si fuera un escudo gigante —dije confundida.
Alison solo me sonrió orgullosa.
- Te explicaré eso luego, princesa Brenda —me dijo la bruja, colocando su mano sobre mi hombro—. Por ahora... Bienvenida al castillo de nuestra reina.
Alison apartó su mano de mi hombro y ambas dejamos de mirarnos a los ojos para admirar el castillo que teníamos delante.
La fortaleza de Zenda.
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LA ROSA NEGRA
FantasyBrenda, una princesa guerrera, empieza su primer año de Instituto en el centro de Magia y Guerreros. Allí conocerá a sus primeros amigos, como a su primer amor, pero junto a eso también se desencadenará una continuidad de trágicos acontecimientos co...