CAPÍTULO 19

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Después de cuatro interminables horas de clases y media hora más charlando con las muchachas en la puerta del Instituto de Magia y Guerreros, las cuatro nos dispusimos a caminar hacia el comedor para comer, mientras seguíamos charlando y apostabamos demasiado convencidas lo que habría ese mismo día para comer.

Intenté olvidarme un rato de lo que acababa de ocurrir en la clase de Fiona, pero aún así, de vez en cuando me venía algún recuerdo sobre la agradable sensación que había tenido al estar sujetando aquella varita mágica. No compartí todo aquello vivido con mis amigas, porque supuse que Edith también había sentido lo mismo que yo en su prueba de magia. Ninguna de las dos éramos brujas, pero las dos habíamos sentido aquel escalofrío al tocar la varita, ¿no?

Cuando, al fin, llegamos hasta la puerta del comedor, por culpa de la distracción de mis pensamientos, me tropecé con una pequeña piedra que había a pocos metros de la puerta, y los libros que sostenía entre mis manos, porque no cabían en mi mochila de cuero, cayeron al suelo torpemente.

Las muchachas, que seguían charlando de alguna cosa sin mucha importancia,  no se habían dado ni cuenta de que yo me había parado y ya no las seguía, es más entraron al comedor sin siquiera notar mi ausencia entre ellas.

Suspiré y me agaché para recoger mis libros, pero poco después noté como una mano marcada por las venas, recogió uno de mis libros caídos en la hierba natural.

— No solo el pijama te queda bien —susurró contra mi oreja, pegando sus labios en esta—, todo lo que te pones te queda de maravilla.

Levanté la mirada rápidamente, y me encontré con los ojos azules de Kai, el cual estaba de cuclillas, a mi lado, mientras me miraba dulcemente y recogía otro de mis libros, dándome tiempo a reaccionar. ¿Siempre me lo iba a encontrar en mis ataques de torpeza?

Después de procesar durante unos instantes lo que acababa de murmurar, me di cuenta de que acababa de contestar a la pregunta atrevida que le había soltado la anterior noche. Noté casi de inmediato como me ruborizaba, tanto por mi pregunta, como por su respuesta, ambas igual de atrevidas y fuera de lugar.

Nos levantamos del suelo, y mientras yo colocaba correctamente la falda de mi vestido marrón canela, él miró con atención mis movimientos. No sabía muy bien que contestar a lo que acababa de decir, así que, simplemente, contesté lo primero que se me vino a la mente, intentando ser amable.

— Gracias —agradecí algo tímida. Y, al instante me pareció que era una respuesta algo tonta, pero él se limitó a morderse el labio inferior.

Tenía algunas preguntas para él, pero era bastante consciente de que él no querría contestarlas. ¿Cómo demonios tuvo tanta agilidad y fuerza para trepar la pared de piedra de la colina con una sola mano? Era increíblemente impresionante, pero en vez de decir eso, se me escapó otra de mis curiosas preguntas que también rondaba con frecuencia por mi cabeza.

— ¿Te puedo hacer una pregunta?

— Claro —sonrió de medio lado.

— ¿Por qué me dijiste que la razón de devolverme mi libro anoche era solamente una excusa para verme?, ¿era una broma? —pregunté insegura, impaciente por su respuesta.

Mi mente en aquel momento estaba casi en llamas por las cientos de preguntas antes de su respuesta, debía de ser una simple broma, ¿verdad?, es decir, ¿por qué razón querría verme a mí?

Él, simplemente, rió. Y, eso casi hizo sacarme de quicio al no recibir respuesta. Aunque, no tardé demasiado en sonreír mientras miraba su risa. Me perdí durante unos instantes en su mirada, que brillaba al mirarme, y me mostraba su sonrisa perfecta. Poco después su risa cesó, y se inclinó hacia mí, debido a mi baja altura, mirándome a los ojos.

— No, no era ninguna broma, Brenda —admitió él—. No sé la razón exactamente, pero tenía ganas de verte de nuevo después de habernos encontrado en el vestíbulo, así que agarré el libro de "Lucha" y me lo guardé para poder ir a verte —confesó y mi confusión aumentó—. Nunca me había pasado eso, es decir, la sensación de querer ver a alguien de nuevo. Supongo que tú eres especial —sonrió, sin apartar su mirada de la mía—. No sé qué es lo que me pasa contigo, pero me siento bien.

Noté como mi boca se había quedado entreabierta, sorprendida por su confesión tan directa. Tan directo que el rubor llegó de nuevo a mi rostro. ¿Acababa de confesar que sentía algo por mí, o estaba volviéndome demente?

Ignoré la primera pregunta, era imposible que yo le gustara y, en cambio, acepté la segunda opción, volverme demente creo que era una mejor respuesta a todo lo que me estaba ocurriendo ese día.

— Vamos dentro —me ofreció él, sin esperar más a que yo le pudiera dar una respuesta a lo que me acababa de decir—, me muero de hambre.

Entramos al comedor, mientras yo sujetaba con fuerza mis libros para que no se cayeran de nuevo por error. Nuestras miradas conectaron en un fallido intento de despedirnos, ya que, a mí se me escapó una rebelde pregunta de la boca, antes de que pudiera siquiera detenerla.

— ¿Me vas a robar otro de mis libros para devolvérmelo esta noche, Kai? —sonreí.

— Lo haría encantado —se le iluminaron los ojos, mientras yo lo miraba divertida. Hasta que, segundos después, decidió hablar de nuevo—. Es más, creo que sí —y, sin más, me robo uno de los libros que sujetaba en mis manos.

Me guiñó uno de sus ojos azules, y se fue hacia el grupo de mi hermano, que nos observaban con atención y pude notar cómo mi hermano y Adonis fulminaban con la mirada a Kai, pero a él no pareció importarle demasiado, siguió caminando con decisión hacía ellos.

Y yo me quedé allí plantada, reprimiendo una sonrisa atontada; Kai iría a verme esa misma noche, para devolverme un libro cualquiera que me había quitado en mis narices y que, sencillamente, no había hecho nada para impedirlo. Prácticamente lo había dejado hacerlo, ilusionada.

Caminé hacia la mesa de mis amigas, y cuando llegué hasta ellas, lo primero que me dijeron fue que la apuesta que habíamos hecho anteriormente sobre la comida de ese mismo día, la había ganado Angela, así que, tristemente, le tuve que dar algo de calderilla por nuestra apuesta.

Pero, lo peor de todo llegó después de repartir el dinero apostado a mi amiga bruja, cuando las tres a la vez comenzaron a lanzarme preguntas tras pregunta, totalmente curiosas sobre Kai y sobre mí.

Así que, me pasé la comida intentando esquivar el interrogatorio de Edith y Angela que no paró en ningún momento, hasta que Agnes habló de algo un poco más interesante y se olvidaron del tema.

Por una vez en ese día agradecí a Agnes que hiciera algo a mi alrededor. Me acababa de salvar del interrogatorio del dúo de detectives.

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