CAPÍTULO 4

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Al cabo de un rato, mis hermanos y yo nos acercamos a las escaleras, ahora podía ver más de setenta personas alrededor de la escalera, esperando a que nosotros bajáramos, mientras conversaban y tomaban algo de beber.

Mi hermano Jir, se puso en medio de mi hermana y de mí y nos extendió su brazo a cada una, para que lo agarráramos para bajar las escaleras. Según mi padre y sus charlas aburridas sobre que, al ser hijos de un rey, debíamos mantener una compostura seria y formal, debíamos de dirigirnos a cualquier evento importante agarradas del brazo de nuestro hermano mayor. A mí, me parecía una auténtica tontería, y en ese justo momento habría apartado a Jir de enmedio de las escaleras y las hubiera bajado yo sola, porque no necesitaba a nadie para hacerlo, pero no hice caso a mi conciencia y, en cambio, me quedé mirando fijamente a mi hermana.

Suspiré y, después, Alissa y yo aceptamos el musculoso brazo que mi hermano nos estaba ofreciendo y, por un lado tuve que agradecer a mis dioses que fuera a bajar las escaleras agarrada del brazo de mi hermano, aunque a ninguno de los dos nos hiciera mucha gracia, siquiera rozarnos, pero me sentía incapaz de bajar las escaleras sin caerme previamente, así que me alegré por un momento de poder aferrarme a su brazo con nerviosismo.

Finalmente, escuché un suspiro de mi hermana y vi como Jir preparaba su típica  sonrisa arrogante que dejaría a todo el mundo boquiabierto. Comencemos a avanzar hacia las escaleras los tres juntos, hasta quedar justo en el filo de las escaleras. No era la primera vez que asistía a un evento importante, pero sí era la primera vez que bajaba las escaleras de casa siendo consciente de que mientras lo hiciera cientos de personas clavarían sus ojos en mí, entre ellas futuros jóvenes, con lo que tendría que compartir, más adelante, el mismo espacio en una aula.

Comencemos a bajar las grandes y espaciosas escaleras de madera, la cual estaba cubierta por una enorme y típica alfombra roja. A medida que avanzamos, lentamente, por los escalones, la gente del salón iba dejando atrás sus conversaciones para centrarse en nosotros tres.

Mientras mis pies reaccionaban casi inconscientemente, bajando cada vez un escalón más, no pude evitar ver un grupo de muchachos que se encontraban en la otra punta del salón, observándonos con atención. Pero los chicos del grupo que miraban aburridos a su alrededor no fueron quienes se ganaron mis ojos, sino uno de ellos, que no apartaba su mirada de mí, causando que mis nervios empeoraran. Era casi rubio, me recordaba al color de cabello de mi hermana; un castaño tan claro, que se podía confundir perfectamente con un rubio suave.

Aparté la mirada de él, intentando no darle más importancia, pero por alguna razón, volví a mirarlo tan solo un segundo. Él y su grupo de amigos reían mientras me miraban. Los fulminé con la mirada irritada y, el chico casi rubio que me había estado mirando desde un primer momento paró de reír, poniéndose serio, pero sin apartar su mirada indescifrable de mí. Giré la cara y me concentré en no perder el equilibrio, caerme y hacer el ridículo delante de un montón de personas.

Cuando, al fin, terminamos de bajar las interminables escaleras, liberé mi mano del  brazo de mi hermano y él y mi hermana desaparecieron de mi lado, casi inmediatamente. Pasé mi mirada verde por mi alrededor, sin tener muy claro que hacer, hasta que me encontré con la mirada de mi padre, que caminaba hacia mí con paso tan decidido que, por inercia, di un paso hacia atrás.

— Brenda, él es John —me informó mi padre, a modo de saludo, con la voz tan calmada que me relajé. Luego señaló al hombre vestido de traje negro que estaba a su lado—, ¿te acuerdas de él? Ha traído a su hijo para que os podáis conocer, irá contigo al Instituto —miré unos segundos al hombre que lo acompañaba, pero no tenía la menor idea de quién podía ser, aunque su rostro se me hacía familiar—. Su hijo asistirá a algunas clases contigo, seguro que os llevareis genial —me sonrió.

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