CAPÍTULO 42

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Noté como mi hermana me agarraba del brazo y tiraba de mí hacia ella, abrazándome y susurrándome al oído, en un intento de calmarme y hacerme volver a la realidad.

— Brenda tranquila, Jir estará bien, no es tu culpa —me intentó tranquilizar Alissa, como si supiera perfectamente todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

Me aferré a su abrazo como si mi vida dependiera de aquello, hasta que después de un par de minutos mi hermana logró tranquilizarme con sus agradables palabras.

Siempre lograba calmarme y relajarme después de mis ataques de ira, su dulce y suave voz, en la mayoría de los momentos, siempre me ayudaba a estar tranquila.

Así que, al fin, logré mirar a la mujer que me había hablado anteriormente. Vi que me miraba fijamente y luego vi como detrás de ella se nos acercaban un par de mujeres vestidas militarmente y con paso decidido.

Miré a mi alrededor, mientras suspiraba con preocupación por mi hermano, que no se marchaba de mi cabeza. Realmente parecía que estábamos en la entrada de un pueblo, ya que a un lado de un camino de tierra se hallaba un cartel escrito a mano:

"Bienvenidos a Zenda. Que el demonio esté con vuestras almas, porque si nuestra diosa está en estas, no saldréis vivos de aquí".

Un escalofrío me recorrió el cuerpo al leer aquello.

Las mujeres llegaron hasta nosotras tres y ambas se colocaron al lado de aquella mujer de cabello corto negro. Las tres eran de baja estatura, al igual que yo y al contrario que Alison y las gemelas, que me sacaban una cabeza.

— Avisad de que Brenda Walton ha llegado —ordenó la del cabello negro mientras aún me miraba fijamente con sus feroces ojos de color azul.

Inmediatamente después de que las dos mujeres recien llegadas de no sabía dónde, escucharan las ordenes de la mujer que nos había transportado hasta aquel lugar desconocido, ambas siguieron la vista de la mujer de cabello negro hasta toparse conmigo.

Me miraron bastante sorprendidas, pero con plena amabilidad. La alegría rebosaba los rasgos de sus rostros. Ambas salieron corriendo en cuestión de segundos, como si el comunicado que debían hacer a continuación fuera el más importante de su vida.

— Vamos —nos dijo la mujer de cabello negro y comenzó a caminar hacía la entrada del pueblo.

Miré a mi hermana, la cual ya me estaba mirando con las cejas fruncidas y sin entender absolutamente nada. Yo, francamente, me encontraba igual, no entendía porque debían avisar por mi llegada y no por la de mi hermana también.

No confiaba demasiado en ellas y mucho menos después de que la mujer que nos guiaba hubiera aparecido en medio de una cabaña perdida en un bosque, cuya ubicación me era de lo más desconocida.

Sin embargo, tal vez fue por confusión o tal vez por que no teníamos otra opción, pero seguimos a aquella mujer, que marcaba su paso sobre la tierra con determinación.

La seguimos de cerca durante unos minutos, hasta que comenzamos a ver vida en ese pueblo.

Habían chozas de todo tipo y colores oscuros. Las mujeres, hombres y niños salían de sus casas con rapidez para quedarse inmóviles en la puerta de esta y mirarnos a mi hermana y a mí con sorpresa y curiosidad mientras murmuraban entre ellos y nos señalaban.

De un momento a otro, mientras estaba totalmente distraída observando todo lo que me rodeaba, la mujer que nos guiaba se paró en seco y yo me choqué torpemente con ella.

— Perdona —susurré y di unos pasos para atrás.

No me contestó, pensaba que se había molestado y que de un momento a otro se giraría enrabiada, pero lejos de hacer aquello, la mujer se mantuvo totalmente quieta en su lugar, mirando al frente durante unos segundos más.

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